Lo más de esta tarde era de Vd., y del asunto especial que nos ocupa; pero por la mañana, luego de larga conversación, preparatoria con la prensa por si urge para ayudar a lo de nuestro Cayo, vi que salía, y despaché, el correo de Costa Rica, por donde se anda muy impaciente, y culpándome ya, y a más que a mí, de demora o desvío, lo cual por cable y carta calmo, -y al entrar en la oficina, supe que salía el no anunciado correo de Santo Domingo, que lleva, en la primera ocasión, la carta de Vd. sobre el plan y emisario, y muy circunstanciada carta mía sobre la situación de confianza, -no mantenible si desmerecemos de ella con promesas no cumplidas, o confusión, o espera injustificada -de que podemos en estos instantes disponer, y las razones, por mí tan meditadas y justificadas por el éxito, y minuciosamente explicadas al General, de no tener ese centro famoso, y en Cuba imposible, de que nunca hasta hoy habíamos hablado, y sí mucho, y como definitivamente, de la inconveniencia de el, y la ventaja de núcleos aislados, o de comarcas a lo menos, donde todo haya ido viniendo a parar, como en las Villas, a sus cabezas naturales, -y en el Camagüey, -y en Oriente, donde de un paso decimos de una vez a todos los obligados lo que se ha de decir, fuera del encabezamiento nato que allí tienen Guillermón, Flor, y, sobre todo, Maceo. En papel no quiero poner más, y temo que resulte alguna confusión -aunque ya pongo mano a evitarla-entre las circulares y comisiones sobre fecha fija e inmediata que se acaban de enviar, y endose yo vivamente, y las demoras indefinidas que importaría el esperar a que se levante la Isla, que no se levantará sin nosotros, y está dispuesta a levantarse con nosotros. Ellos, ahora, se levantan por nosotros: por la confianza que les hemos inspirado; porque hemos aparecido con orden y fuerza en el momento preciso, -por el auxilio que les llevamos. No se levantarán si no les borramos toda duda de dejarlos solos, o llegar tarde y mal, o andar como a ciegas en lo que hacemos. Sería lo de nunca acabar el que ellos esperasen por nosotros, y nosotros por ellos, que nada pueden ni quieren hacer, sino en concierto con nosotros. Todo esto, con cariño y razón, digo al General, disimulando la extrañeza que me causó su carta a Vd., y es menos por entender yo la falta de contacto con el campo en Cuba en que está él por La Reforma, y el natural recelo de un hombre real antes de entrar en empresa tan grande. Lo de Carrillo, Roloff y Vd. ahora será, en el ánimo de el, poco menos que decisivo. Ahí no verá el ansia de afuera, sino la de adentro. El Camagüey hablará muy pronto con otra lengua, sobre todo si él lo estimula, a pregunta constante. De Oriente. Maceo se muestra quejoso y aun airado, porque Febrero termina y no le llegan detalles,-quejas que calmo, -y no hay por allí, Serafín, día perdido-ni posibilidad humana de mantenernos con crédito si fallamos tras tantas y tan sumisas y disciplinadas esperanzas. Yo, como Vd. ve, no pienso en mí: estoy de animal expiatorio: dependen de mí para datos precisos, que se me autoriza a ofrecer, y en seguida tengo que retirar. Sufro, naturalmente, pero no por mí, que soy menos que una hoja de árbol, sino por el crédito de nuestra capacidad de guiar y obrar. Costó mucho levantar la fe de pueblo semejante, en tiempo tan corto; pero, como que viene tras tantos engaños, sería cosa de muy poco plazo perderla. Lo muevo todo de manera que no se decaiga; pero son de cristal situaciones como ésta. Lo peor es que, de fecha en fecha, no puedo darme un salto a Santo Domingo, -y traer los detalles pedidos. -Vd. ve que no puedo: ¿quién recibe? ¿quién envía? ¿quién atiende a novedades como la de Vd.? -No tengo tiempo como ve, para poner hoy la carta a Roloff y a Vd., o a Vd., y otra a Roloff, escrita de manera que no sea una demanda a nadie, ni lo parezca, y puedan Vds. sin embargo basar en ella su demanda. Irá certificada el jueves, a Ibern, y dentro a D. Gómez. Y óigame: urjan, supliquen, obtengan. Pero si no se obtuviese, va lo que me pide, y los dos encargos modernos de que me habla: no sé que haré; pero por mí no ha de quedar.
|