Cesan nuestras angustias. Todo parece encaminado. En mi mano está ya, hoy, la clave de lo que faltaba por hacer, y a la cual había acomodado la situación en Cuba. Ahora va todo a la par. Donde había indecisión, ha cesado. Se me amontonan, a última hora, por falta de franqueza anterior o por olvido, obligaciones imprevistas, y cuya angustia se pudo y debió evitarme. Las encaro, y las cumpliré. Estas pocas palabras, y lo que va entre ellas, le indican lo que aquí callando dice quien nunca habla sin razón. Ahí, téngamelo todo en la mano, como la rienda al ir a montar, pero sin que lo sienta el caballo. ¿Lo de Tampa? Todo el mundo lo supo. -Si Rosendo no está ahí, llámelo en seguida, y con su mujer, para despistar: no lo llame luego. Conténtese con lo que haya a mano. Lo demás está en Cuba. Vale más cinco, y llegar, que quinientos, y no llegar. Insisto en que de Mayolino no se haga confianza, sino de modo que sirva en vez de servirse, y nada pueda descomponer. Sólo le escribo para que Vd. lo vaya -en silencio- inclinando y componiendo todo; a Roloff nada digo aun, porque le conozco el entusiasmo parlero: sólo a Vd. escribo de esto. ¿No encontré la circular de Gómez, enviada para Roloff, en el bolsillo del espía Cardet -la circular a los Generales? Un Ramiro o Ramírez, que las da de oficial, chiquitín, de nariz larga, y ojos de ojeras, que engañó a Fernando y Teodoro, es espía. -Con que un abrazo, vea menos gente cada día, piense en que no olvidaré sus encargos, y en que todo, todo parece llegado. -Aquí está Mayía.
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