Damisela Carta de José Martí a Juan Gualberto Gómez del 17 de Enero de 1895.

Carta de José Martí a Juan Gualberto Gómez. Bandera de Cuba.

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José Martí
Juan Gualberto Gómez
Cartas de José Martí



Enero 17 [1895]

Sr. Juan Gualberto Gómez


Amigo queridísimo:


No emplearé palabra innecesaria para las amargas noticias que tengo que comunicarle, y que el cable habrá en parte anticipado, así como mi última carta a Vd: y sustituiré el lamento inútil con la declaración de que renuevo inmediatamente, por distinto rumbo, la labor que la cobardía de un hombre ha asesinado. Ante todo, déjeme declarar a Vd., y en Vd. a todos nuestras amigos, de todas partes, que es mi primer pensamiento el de redimir a la Isla de toda obligación de sujetar sus movimientos a los que de afuera no han de cesar, y han de rematarse con fortuna, mas sin el derecho de impedir que el país surja por sí, y sin la traba de esta espera, si juiciosamente cree que en condiciones de éxito o mantenimiento de un plazo ya más dilatado, puede surgir sin nuestra conjunción. Ese es mi primer pensamiento. Ayudar, sí. Oprimir o encabezar a la fuerza, no. Lo que yo creo, luego lo diré aquí mismo. Pero antes sepa esa decisión fundamental.


Junto a Aguas Verdes y al enviado de quince, mis muy nobles compañeros en esta gran tristeza, he visto desvanecerse la ocasión inmediata compuesta con tanta felicidad, y en condiciones tales, que aun al desaparecer contribuye a unir más a todos nuestros mantenedores, aumenta el respeto público y deja vivas todas nuestras fuerzas, sin más daño real, fuera de la pérdida, que el de haber de postergar nuestra conjunción con la Isla, mientras se salva la distancia y el tiempo que no admiten reducción, y el de sujetar acaso ahí, si así se cree prudente, toda la labor preparada, hasta un anuncio que puede estar muy cercano, si llego a fin en el rumbo a que inmediatamente me he hecho; o puede tardar más, tardar meses, y no más, si el primer rumbo falla.


Cuanto el cable ha debido decirles es cierto, aunque en tan pocas manos estaba la labor, grande como era, que aun no pueden, ni acaso podrán, sino insinuar que fuese nuestra, lo que no intento esconder, ni debe esconderse, porque el menor provecho que puede sacarse de esa desventura, es el respeto y la fe que al país ha de infundir la magnitud del esfuerzo intentado, y sólo revelado por nosotros mismos. Tres vapores, con cargo amplio, y excelente, iban a caer a la vez sobre la Isla. Al salir el primero, se echan sobre el, y se pierde la quinta parte del armamento total, cuyo resto parece hasta hoy salvado. La salvación de los vapores era imposible, y desde principios de diciembre vivía en agonía, porque al haber de confiarme a un coronel cubano escogido por un grupo de expedicionarios para conducirlos, se negó, ya en los días mismos de salir, a hacerlo en las condiciones aceptadas por las cabezas de los demás grupos; aseguró por su honor que podría proporcionarme para su grupo un barco en condiciones preferibles, y despues de saber que no lo podía conseguir y de haber revelado a pesar de eso su objeto, me obligó a ir en persona, usando de un nombre que no estaba autorizado a usar, a la misma oficina donde con ese nombre había contratado felizmente mi agente un vapor, cuyo hecho ya sabía el coronel antes de hacerme ir, y sólo me advirtió al final de la conversación.


Desde este instante, corrió el aviso a los dueños, lo que aun se hubiera podido burlar, e iba burlado; pero el mismo coronel, depositario de una parte de las armas, compradas desde hace más de un año para estar pronto a cualquier sorpresa, las envió al ferrocarril, de donde debían ir por larga distancia en nuestros vagones a nuestro almacén y nuestro muelle, las envió, digo, manifestadas como artículos militares, y con las cajas de cápsulas descubiertas, a pesar de mi instrucción expresa, lo que forzó a variar de vehículos, con 11 días de pérdida, y el riesgo de la publicidad de la llegada a muelle ajeno, que aun se pudo acallar; pero ahora pudiera servir, y está sirviendo de argumento, contra la devolución de las armas. Y aun eso se habría podido vencer si, a pesar de no conocer detalle alguno de toda la combinación más personas que el agente, leal hasta el sacrificio, y yo, de una parte, y de otra el coronel y el corredor a quien reveló y me llevó a revelar el objeto después de saber que no se podía obtener, no se hubiese enviado de New York denuncia expresa de la salida-de los únicos barcos que ellos conocían, y no del tercero que conocíamos solo el agente y yo -en los momentos precisos para que se sorprendiese el barco con el cargo y hombres. La serenidad de un joven fiel y valeroso, aun más que las demás medidas por mí tomadas, salvó el primer peligro del registro; y con sus personas, el escándalo y prisión, tan poco útiles como hoy no es beneficioso el respeto inspirado por nuestra discreción y sigilo. -Eso pasó. Ahora, a lo que ha de remediarlo. Observe y recuerde sólo, y haga entender, mi cuidado vehemente por evitar a la Isla todo riesgo y engaño hasta que de nuestra parte la labor de arrancada no estuviese segura.


En vez de deplorar la demora inevitable de la labor de Vds. ahí, demora que pedía, ya decidido, en su última carta, por uno o dos meses, el elemento culto de Cuba, importa ahora mismo fijar las condiciones en que hemos de continuar esta labor. Desvanecida hoy la posibilidad de conjunción inmediata que teníamos meditada, lo que me obliga en seguida a un viaje de consulta y a nuevas vías y esfuerzo nuevo, no debo ponerme en el camino de mi país, -y al hablar de mí solo hablo de las fuerzas que represento,-ni debo subordinar el país a mi deseo punible de sofocarlo hasta estallar con él. Expresamente declaro que esta conjunción, que inmediatamente restablecere, ya en un plazo corto, relativamente, -o en otro más largo-, no puede efectuarse hoy por el tiempo forzoso para su renuevo, por rápido que sea. Y declaro también, que sin un día de pérdida, y sin haber perdido un solo respeto y ayuda, emprendo la nueva labor. Si el país cree, por lo que está en manos de Vd., que puede empezar sin aguardar, con probabilidades de éxito, sin esperanza de la dirección militar súbita, tal como la desea, hasta que no se ajusten los medios nuevos en que ya estoy, cumpla el país su voluntad, que mi puesto no es mandar, sino servir. Si el país cree que debe aguardar, apagando todos los fuegos visibles, a la conjunción que promuevo, sin pérdida de una sola ayuda, y con la precisión y rapidez de que en el movimiento frustrado tiene la prueba, aguarde seguro de que lo sirvo, y le servimos todos, con la mayor rapidez humana, y de que sin dilación alguna le diría inmediatamente la verdad si por desdicha, que no es de esperarse, no pudiéramos ahora servirlo. Yo ato en haz aún más fuerte las emigraciones conmovidas y cariñosas, más cariñosas hoy que nunca, aliento con esa demostración visible la confianza de la Isla, vuelo con J. M. R. el más virtuoso de los compañeros y con el leal e impaciente A. Verdes, a ver a Máximo Gómez, y luego, y en seguida, a las nuevas formas, y antes deseo, y debo, saber la decisión de Vds. Si aguardan, acallen y fien. Mi opinión personal es que jamás debe Occidente, jamás, empezar sin connivencia previa de 20, 21 y alguna sólida conexión en las Villas, cuyo consejo indispensablemente habrían Vds. de demandar. No teman desmayo, ni especies injustas. Andaremos como la luz. Aguardarían y sabrían pronto.


Aquí debo terminar, porque ya he dicho lo esencial. Ya ven Gener y M. en que angustias vivía, y a qué obligaciones imperiosas tenía que atender cuando no podía responder, ni a veces recibir, sus cartas, y serán justos. V. verá de ahí la llaga en que he vivido. Sólo un barco, amigo, llevaba 200 hombres. Veamos al frente. Aguardo ansioso su respuesta, más confiado que nunca en su juicio.

M.



De acuerdo a Gonzalo de Quesada y Miranda en el Tomo 8 de sus “Obras Completas de Martí”, 1937, página 73:


20 y 21 en “empezar sin connivencia previa de 20, 21” Martí se refiere a Camagüey y Oriente.





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Última Revisión: 25 de Septiembre del 2007
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