En un hato, justamente contento, sin haber perdido hora, y de vuelta a mi punto de partida, sin causa alguna de queja, y con causa plena de entusiasmo, quiero decirle, al pie del caballo, en este retazo de papel, la gratitud indecible de cubano y de amigo con que leí su artículo Martí. Parézcale exageración: todos mis dolores estaban bien empleados, por haberle merecido ese juicio, por haberle conmovido así su alma sincera. Mi gusto no es por mí, es por Vd. Déjeme ahora andar por la mar y alejarme de Vd. Nos llegará algún día de paz, de paz pobre y erguida, y entonces sabrá Vd. el orgullo que en Vd. tiene su amigo.
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