Unas líneas para que sepa que en este instante mismo recibo las cartas que esperaba; cartas totalmente satisfactorias y que nos ponen en nuestra mayor obligación. En plazo perentorio y ya fijo hemos de hacer afuera. Inmediatamente todo nuestro esfuerzo; la terquedad con que le hablo, la derrota, la tensión de mi espíritu en el instante en que le escribo. Ha venido lo que deseaba, se ha entendido lo que debía, y se sigue haciendo lo que se debe, fiados en nosotros. ¿Cómo, pues, y para otra mi profunda alegría; dejar caer de la mano lo que allí dejé iniciado? Hay que sostenerlo y acrecentarlo. Yo escribo el jueves al Consejo otra vez, a los clubs, si hallo modo directo; y a los talleres suscritos; y al comercio restante. ¿Cómo allí y en todas partes no ha de ser ésa mi principal preocupación? Vd. que sabe la verdad, enciéndase en ella y no descanse. A empujar hasta que lleguemos. ¿Qué regalo mejor nos podía traer el año nuevo, a nosotros que lo merecemos? En horrible duda he vivido, y náusea. Ahora salgo de ella. Pero callemos en cuanto pueda parecer de público demasiada seguridad o cercanía. Sólo que con Vd. a quien dejé mi pena, quiero vaciar mi consuelo. Y ahora, ¡a los cien brazos¡
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