Damisela El Revolucionario - José Joaquín Palma : Toda Una Vida por la Dra. Fanny Azcuy Alón en la Literatura Cubana

José Joaquín Palma - Toda Una Vida en la Literatura Cubana. Bandera de Cuba.


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José Joaquín Palma
Obras Literarias
Bibliografía

Toda Una Vida
Presentación
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El Poeta
El Revolucionario
El Emigrado
Los Honores
Hechos y Fechas
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Apéndices
En un Album
La Locomotora
César Conto
Bibliografía



José Joaquín Palma
Toda Una Vida
por la Dra. Fanny Azcuy Alón
El Revolucionario

“En alguna forma hemos expresado anteriormente el pensamiento que ahora vamos a ratificar, como inicio de este aspecto de la vida de José Joaquín Palma; pero antes resulta necesario llevar al ánimo de esta audiencia, la noción clarificadora de un hecho emocional y psicológico que ha servido para crear falsa perspectiva, espejismo apreciativo, del valimiento real de nuestro biografiado. Cuando en la vida de un hombre hay varias aristas sobresalientes, por muy agudas, recias y definidas que éstas sean, siempre ocurre con ellas como con las grandes cordilleras que tienen diversas cumbres notables y donde la más saliente, la más conspicua, monopoliza tan decididamente la contemplación admirativa, que las restantes parecen disminuirse, opacarse considerablemente; inexorablemente condenadas al anonimísimo más injusto. Eso mismo es lo que ocurre con la múltiple personalidad de José Joaquín Palma, en la que las irisadas y vaporosas altezas del poeta, parecen haber opacado al patriota de altísimos quilates, al emigrado siempre nostálgico por la patria ausente, al amigo de lealtad tan ejemplar a través de la distancia y el tiempo. Se piensa en Palma y se imagina al ejemplar del hombre hermoso vestido de trovador, provisto de una lira que siempre canta, a la espalda el carcaj de las flechas, listas para producir certeras heridas de amor de imposible cicatrización. La musicalidad de los versos de Palma, por otra parte, ha servido para darles un toque de inmortalidad que por lo menos los exime de la vejez y del pasado epocal. Llenaron de arpegios otrora los salones y los corazones y el eco sonoro lo sigue llenando todo, hasta la propia vida del poeta, que inmovilizada en esa modalidad, se ve opacada en otras más graves y expresivas modalidades del vivir.


“Sin embargo, el patriotismo de Palma, no podemos decir que corre parejas con su sensibilidad poética, porque uno y otra no son comparables, son ramas distintas del mismo tronco: pero sí podemos decir que era un sentimiento tan vehemente alimentado, tan solidamente arraigado en su voluntad y en su corazón, que se extendió y desdoblo en forma tal, que dio contenido a toda la existencia del hombre, en la que el poeta no era más que el vocero del carácter. Ese patriotismo era, a veces, devoción por la tierra y por sus frutos; a veces, era ansia de libertad en su más amplio sentido, a veces, era pleitesía por los derechos del hombre; en unas ocasiones, era espíritu de sacrificio por el triunfo de la Revolución; en otras, era añoranza panorámica por la ciudad natal y por su río; a menudo, la nostalgia por su casita blanca; pero siempre, era devoción por la patria, tan universal, tan polifacética, como la que experimenta la madre que de tantas maneras distintas va rezumando el amor que siente por el fruto de sus entrañas. Palma hizo versos por vocación, fue poeta a pesar de su propia voluntad, en cierto modo, hubiera sido poeta aunque le hubiera contrariado serlo; pero Palma fue patriota y amante de la libertad por la acción inteligente de su decisión impulsada por el imperio de su voluntad. Si no hubiera sido patriota podría haber vivido con amplitud económica, hubiera tenido hogar cálido y atrayente, habría disfrutado del calor de familia con manjares de terneza; pero tuvo la decisión, que no le abandonó nunca, de sacrificar lo más precioso para el hombre, en aras de lo que su altruismo civilizado le decía que era sustantivo para la sociedad. Y fue patriota; cuando serlo, era dolor, era sacrificio, era destierro... Se necesita tener una decisión absoluta frente a todas las pruebas, se necesita tener una voluntad de acero, templada en la ardiente forja de la dignidad, para pensar y actuar así, cuando se tiene más que la noción, la certeza, de que a cambio, se disfrutará de todo lo negativo que la existencia humana ofrece. Por eso es que, en un sentido lógico, resulta injusto que la emoción popular vea en Palma solamente al poeta, cuando lo más grande que se destaca en el, a despecho de ser delicado y sutil como todos los aedas, es su voluntad de titán, para quemar su juventud y las más legítimas apetencias humanas, en el pebetero de la patria. Si el poeta se ha ganado la admiración de los hombres de letras al largo de un siglo, el patriota se ha ganado y merece se le otorgue una eternidad de devoción por los hombres honrados y por los demócratas convencidos. La más extraordinaria oda de aquella vida está escrita en versos de patriótica integridad, pujante e inalterable, tanto más impresionante y seductora en momentos de desquiciamiento ciudadano y de debilidad individual y colectiva tan funestos, que apenas si se llega a comprender la grandeza moral de los que sacrificaron paz y felicidad por respeto a la propia consideración, por consecuencia con los principios que abrazaron.


“Las raíces del acendrado patriotismo de Palma, como de otras muchas cosas, tenemos que buscarlas y encontrarlas en los basamentos de la educación familiar, que conformaron tan firmemente aquellos años de su vida; en la influencia de una ciudad que desde hacía tiempo ya, se había tornado volcán de ideales patrióticos, que gestaba torrentes de lava en forma de conspiraciones libertarias; en la cultura democrática lograda mediante las lecturas bien dirigidas, en las que abundaban las ideas de los filósofos europeos y de los orientadores de la Revolución Francesa, sin que faltase la influencia de educadores como José María Izaguirre, que, en su colegio, fomentó un verdadero nido de pichones de águilas y de su vida hizo un monumento iluminado de integridad cívica. Lo que importa es que el sentimiento patriótico arraigó a tan temprana edad en la conciencia de José Joaquín Palma, que para canalizarlo y exteriorizarlo, experimentó gozo y solaz participando en todas las acciones que la juventud bayamesa protagonizaba, para exacerbar la cólera del poder colonial y provocar sus manifestaciones represivas. Cuando en el Te Deum de la iglesia bayamesa fue tocada por primera vez la música de nuestro himno, Palma no fue ajeno al hecho(1) como no puede haberlo sido -aunque carecemos del testimonio confirmatorio- cuando el apuñala miento dé que "manos desconocidas" hicieron víctima a la efigie de la soberana Isabel II, sin respetar su emplazamiento en el lugar de honor de "La Filarmónica".(2) Con tal levadura en las entrañas y con tales pensamientos en la mente, no era posible más que decir ¡presente!, como lo dijo Palma, cuando Céspedes convocó al pueblo natal a luchar por la libertad, a visera descubierta.


“Sin la más ligera vacilación, como quien responde a convicciones ya de viejo fraguadas, como quien responde a necesidades de antaño sentidas, fue Palma de los primeros en entender y atender al broncíneo llamar de la campana de La Demajagua. Desde el primer momento -temprana manifestación del poder de adaptación que hemos estudiado- disfrutó de posición de confianza cerca del jefe del movimiento, porque aunque su cargo oficial era el de Ayudante de Campo, a veces lo encontramos en funciones de Oficial Reclutador, mientras la mayor parte de su tiempo en la manigua, actuó como Secretario Particular del Padre de la Patria, sin que por ello abandonara otras ocupaciones igualmente responsables. Pocos días después de incorporado al movimiento revolucionario, en funciones de oficial reclutador esta vez, Palma se trasladaba al barrio El Dátil, que era, a la sazón, lugar de veraneo preferido por las familias distinguidas de Bayamo. Estando en la plaza del poblado trasmitiendo, como mejor podía, instrucción militar a los recién enrolados, el poeta daba ostensibles muestras de la falta de destreza que tenía para sus incidentales menesteres, como es natural en quien nunca había desempeñado tan bélicas como autoritarias actividades. Contemplábalo, apoyado en un horcón del portal de la bodega próxima, un hombre cetrino, de regular estatura, enjuto, de nervioso temperamento, quien al percatarse de las dificultades del poeta se le aproximó, insinuándole más o. menos estas palabras:, -Yo sé algo de eso y puedo ayudarte. ¿Quieres alistarme? Palma aceptó alborozado la oferta, acaso por la promesa implícita de liberarlo de profesar una instrucción militar, que, tal vez, él mismo no conocía, e incorporó al recién llegado con el grado de sargento. Al andar de los días aquel magnífico auxiliar habría de llegar a ser el Generalísimo del Ejercito Libertador y uno de los brazos más valiosos de la Revolución, porque el personaje reclutado por Palma no era otro que Máximo Gómez. (3)


“Fue por aquellos mismos días, cuando Palma, que ya tenía veinticuatro años de edad, estaba casado y era padre de su primogénito José Joaquín -prematuramente desaparecido- al acordarse la decisión heroica de los hijos de la Numancia de Cuba, de incendiar sus propios hogares para que en ellos no pusiera la planta artera el opresor; sin duda alguna, sin la más leve vacilación acudió a su hogar y sin preocuparse por el nuevo albergue que daría a la amada esposa, delicada y juvenil; sin pensar en los riesgos que pudiera correr su hijo balbuceante, prendió la tea en las paredes de su casita que pronto quedó convertida en humeantes escombros.(4)


“Una de las causas que de manera más persistente señalan los historiógrafos como determinante del fracaso subsiguiente a los malos entendidos que minaron la Revolución de 1868, es la falta de madurez del concepto revolucionario, la falta de un propósito libertador universalizado, de que adolecía, no sólo el hombre rústico, sino buena parte del material humano que integró el movimiento. Y aun, a hombres catalogables como poseedores de una cultura superior a la promedio y destacados en posiciones pertenecientes a la regencia del empeño, se les inculpa de indotación o pobreza en tal sentido, hecho tanto más lamentable, cuanto que la más amplia dotación de este tipo, era la única que podría haber comunicado verdadera proyección democrática y nuevos y vigorosos impulsos al emancipador esfuerzo. Hay un episodio de la vida de Palma, que es muy comentado por la repercusión material que tuvo, al propiciar que oficialmente se aboliera la esclavitud; restituyendo la libertad al hombre de tez oscura, que constituía nutrida clase, humillada y explotada, dentro del núcleo de nuestra población. Para nosotros, el gesto de Palma, sirvió, además, para demostrar que nuestro poeta se encontraba entre los pocos que tenían sentido neto de la significación de la causa que habían abrazado, al mismo tiempo que sirvió para que aquel demócrata precursor, fijara un concepto definitorio e interpretativo de la Libertad y de lo que aquel puñado de valientes pretendía obtener para todos los cubanos. Y si fuera cierto, como muchos afirman, que el movimiento separatista del Sesenta y Ocho fue la gestión de los ricos terratenientes criollos para sustituir el amo exótico por el amo nacido en el propio suelo, el gesto y los pronunciamientos de Palma en esta ocasión, salvan el verdadero espíritu revolucionario y el verdadero ideal democrático que palpitó en quienes, como él, no fueron a defender haciendas, ni riquezas ni esclavos, y sí libertad, por ella misma.


“Para fijar los hechos a que estamos haciendo previa referencia, sólo disponemos del testimonio del historiador de Bayamo, José Maceo Verdecia(5) y de las informaciones suministradas por los familiares de Palma, ya que, desgraciadamente, las actas originales del Ayuntamiento bayamés, correspondientes a la época, se encuentran en manos desconocidas.


“Céspedes había dispuesto que se considerasen libres los esclavos que se incorporaran al movimiento revolucionario, pero esquivó dictar tan radical resolución con carácter oficial, quedando tan importante asunto pendiente de solventación hasta el 28 de octubre, fecha en que, tomada la ciudad de Bayamo por los insurrectos, se constituyó el primer ayuntamiento libre de la isla de Cuba. Fueron designados Regidores del mismo, Lucas del Castillo Moreno, Ramón Céspedes Barrero, Tomás Estrada Palma, José Joaquín Palma, Ignacio Casas Saumell, José Roca y Más, Manuel Muñoz, José García y Antonio Yero.


“Una vez solventadas las cuestiones de trámite, la primera moción a discutir fue la presentada por Ramón Céspedes Barrero y José Joaquín Palma, que, leída por el Secretario Yero, declaraba totalmente abolida la esclavitud.


“La moción conmovió a los Regidores, cuya opinión, desde el primer momento, se manifestó dividida en esta forma: junto a los ponentes, Estrada Palma, Muñoz y García, mientras los restantes se alinearon en el bando opuesto.


“Abierta a debate tan importante cuestión, consumieron turnos a favor y en contra, respectivamente, Céspedes Barrero y Castillo Moreno. Tuvo Palma entonces, la oportunidad de hablar en nombre de la Justicia y la Libertad -según expresara. De su discurso, calificado por Maceo Verdecia, como "verdadera exposición de los derechos del hombre y de las conquistas de la Revolución", son estos párrafos culminantes:


“Toda revolución surge para poner fin a un régimen dominante y sustituirlo por otro ajustado a las necesidades colectivas, hijas del momento progresivo que se confronta. Francia, oprimida por la voluntad de sus reyes disolutos: América, agobiada por la tiranía despótica de sus conquistadores caducos: le han señalado un nuevo camino a la humanidad, de equidad, de libertad, de justicia... Combatimos por la libertad y debemos estar con ella en todos los momentos. Ser libertadores y opresores a la vez, no es posible: o con la libertad o con la tiranía; o con la democracia, o contra ella; o con Cuba republicana, o con España monárquica. Nos hemos lanzado a una revolución para romper las cadenas de la servidumbre, y no es humano, porque no es justo, que al romper unas permanezcamos insensibles a las otras. Si en Cuba esclava no podía haber hombres libres, en Cuba libre no puede haber hombres esclavos...


“Palma, que ya había hecho sus primeras armas como periodista, cuando, en colaboración con Francisco Maceo Osorio editaba, bajo la dirección del último, La Regeneración, de Bayamo, "hoja fugaz en que se empezaron a dar a conocer los primeros ensayos poéticos de su ingenio" por el año 1864, fue ahora designado por Céspedes, primer director de El Cubano Libre, órgano de la Revolución en la manigua emancipadora. Y fue este periódico el que tuvo el privilegio de dar a la publicidad el importante acuerdo adoptado por el Ayuntamiento Libre de Bayamo, acuerdo que tanto y tan alto dice del espíritu de la Revolución.


“Como parte de la conferencia del Dr. José María Chacón y Calvo, ya aludida, cita el disertante un testimonio verbal que recibiera de don Manuel Sanguily, quien le manifestó que, en cierta ocasión, viendo el ánimo fuerte, la atrevida y casi audaz dialéctica de Palma, en las controversias que los rumbos de la Asamblea de Guáimaro suscitaban, hubo de preguntarse si este orador impetuoso, si este soldado de temple de acero, era el mismo poeta de tan suave emotividad, de languidez tan melancólica como vemos en los versos evocadores de la Patria, que revelaban el más delicado temperamento.


“Hemos incorporado a este trabajo, el testimonio indudablemente valioso de Sanguily, porque constituye punto de apoyo de excelente calidad, para completar la noción de los gestos y actividades revolucionarias de Palma, así como para reiterar perfiles, antes señalados, del carácter del hombre singular.


“Quien nos haya seguido en el recorrido hecho, fijando las más salientes actividades revolucionarias de este hombre, podrá convenir con nosotros en que era Palma, individuo de extraordinario poder de adaptación, que al largo de toda su vida, supo poner plenamente al servicio de las causas e ideales que abrazó. Poeta, periodista, político, soldado, Secretario de Céspedes: todo lo que fue necesario, todo lo que se le pidió, estuvo presto a hacerlo y a hacerlo bien, en aras de sus ideales. Pero había, en esta multiplicidad de funciones, más que poder de adaptación, tanto de noble dinamismo, tanto del entusiasmo que nos hace poner en lo encomendado el calor que sólo se pone en lo propio; había tanto de ilimitada contribución energética; como sólo es posible encontrarlo en los hombres que, a más de estar imbuidos de ideales profundos y provistos de inteligencia superlativa, tienen extraordinaria capacidad de trabajo. Es por eso que encontramos a Palma, a través de los testimonios que recibimos, unas veces como Ayudante de Campo, otras como Secretario de Céspedes, como Oficial Reclutador, como periodista, como Regidor, y de acuerdo con el magnifico y reciente aporte ofrecido por el Dr. José Manuel Pérez Cabrera,(6) a esta docta Corporación, tendremos que aceptarlo, además, como el primer biógrafo del Padre de la Patria. La verdad es que Palma, durante sus días en la manigua, se multiplicó en el esfuerzo y en el servicio, como únicamente sabia hacerlo quien, cuando se entregaba por cualquiera de las vías del afecto o de la pasión, se daba con la plenitud del hombre honrado que es consecuente con su propios sentimientos.


“Pero arribó el año 1873 y con éste la crisis del movimiento revolucionario, al que, la suma de los entendidos y las querellas internas ponen en gravísimo trance. Palma experimenta, como otros, en la propia carne de su corazón la dentellada terrible del desencanto, el derrumbe interior de sus más caras ilusiones de patriota. Pero nada dice, nada pide, de nada se queja; mientras Céspedes y los que le conocían, tienen que haber comprendido cuánto sufría y cuánto sangraba el espíritu entusiasta y vehemente del poeta. Y como a la par que la crisis interna se extremaba la crisis de los recursos que urgía allegar del exterior, surge entonces la idea de utilizar las dotes extraordinarias del poeta en aras de la causa común una vez más. Y es posible que en lo íntimo del espíritu de Céspedes surgiera también el deseo de darle a aquel corazón que tanto sufría del mal de desencanto, una cura de reposo de la que tan necesitado estaba. Lo cierto es que, con la esperanza puesta en la simpatía, en el don de gentes, en el subyugador magnetismo personal de Palma, la Revolución le comisionó para que recorriera las tierras de las dos Americas, cantando el dolor y la tragedia de Cuba, conquistando corazones para nuestra causa, poniendo en prenda del corazón de la patria su propio corazón, allegando fondos para convertirlos en las municiones necesarias para mantener en alto el pendón de Cuba Libre.


“Y el último episodio de la gestión revolucionaria del poeta bayamés se escribe cuando en viaje de perfiles casi trágicos, a bordo de frágil barquichuela, cruza las aguas tormentosas y profundas del sur de Cuba en demanda de las costas jamaicanas, arribando, al fin, a Kingston, donde se cierra el capítulo de su gestión revolucionaria de acción múltiple, para abrir de inmediato la primera página de la vida del emigrado, envuelta, desde luego, en las grises perspectivas de quien, carente de patria, de amigos, de dinero y de hogar, sólo batiendo las alas de una voluntad recia y decidida, abre el camino que es indispensable a su propia subsistencia y a la subsistencia de la causa que defiende.


“Parece contradictorio que, en una parte de este trabajo, señalamos a José Joaquín Palma, como heredero de un terrateniente bayamés e incendiando su propia casa, mientras en otra estamos afirmando que el biografiado carecía de bienes. En efecto, Palma era heredero de sus padres con derecho potencial a poseer sus propiedades a la muerte de éstos. Esto significa que, prácticamente al inicio de la jornada del sesenta y ocho y hasta su emigración, Palma careciera de bienes, como lo demuestran los sucesivos expedientes de embargo de bienes tramitados en los años 1870, 71 y 77, que aparecen en los legajos 41, Expediente No. 66; Legajo 41, Expediente No. 97 y Legajo 110, Expediente No. 8, que aparecen en la Sección de Bienes Embargados del Archivo Nacional -en que se considera al poeta "reo de insurrección en la jurisdicción de Bayamo", habiendo declarado los testigos citados "que les consta que participa en la insurrección desde sus comienzos, que dirige al periódico "El Cubano Libre" y que no posee bienes ni tiene créditos a su favor". En adjunta diligencia, demostrativa de que Palma no se ha presentado ni se ha acogido a indulto, se da un plazo de quince días para que las personas que le conozcan bienes acudan a la Casa de Gobierno a expresarlo, señalando el punto donde se encuentran. Estando en el exilio Palma pasó a ser propietario, por herencia, de las fincas de sus padres, pero se preocupó tan poco por ellas que, ni aun en las veces que vino a Cuba, ya constituida la República, se interesó por delimitar las parcelas de su pertenencia y obtener el reconocimiento de su propiedad. Hace unos veinticinco años, sus hijos, a instancia de letrados manzanilleros, vendieron, de las propiedades en cuestión, las que por deslindes, prescripciones y otras vías de pérdida del derecho de quienes no están al tanto de defender lo que les pertenece, no habían pasado ya a otras manos. En cuanto a la casa quemada por el poeta, fue, con toda seguridad, construida en tierras paternas y al ser destruida desapareció lo que de propiedad el tenía.”



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“(1) J. M. Verdecia. Ob. cit., pág. 106.”


“(2) J. M. Verdecia. Ob. cit., pág. 63.”


“(3) Esta versión del reclutamiento del general Gómez, obtenida de este mismo a través de sus hijos, se ve confirmada por otros testimonios: "Un hombre del Sesentiocho", discurso leído en el Ateneo de La Habana por J. M. Chacón y Calvo, 1.944; "José Joaquín Palma'", por el Dr. Gustavo Pérez Abreu, El País, agosto 9, 1941.”


“(4) Relato hecho por Palma a sus hijos Francisco y Rogelio en años bastante lejanos.”


“(5) J. M. Verdecía. Ob. cit., págs. 5-8.”


“(6) Dr. J. M. Pérez Cabrera. Los primeros esbozos biográficos de Céspedes, Academia de la Historia de Cuba, 1947.”


“(7) ”




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Última Revisión: 1 de Marzo del 2006
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