Damisela El Carácter - José Joaquín Palma : Toda Una Vida por la Dra. Fanny Azcuy Alón en la Literatura Cubana

José Joaquín Palma en la Literatura Cubana. Bandera de Cuba.


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José Joaquín Palma
Obras Literarias
Bibliografía

Toda Una Vida
Presentación
El Hombre
El Carácter
El Poeta
El Revolucionario
El Emigrado
Los Honores
Hechos y Fechas
Himno de Guatemala
Apéndices
En un Album
La Locomotora
César Conto
Bibliografía



José Joaquín Palma
Toda Una Vida
por la Dra. Fanny Azcuy Alón
El Carácter

“A juzgar por los antecedentes expuestos y por los rasgos del tipo físico del hombre, tan fielmente enumerados, José Joaquín Palma era, sin que nos quepa la menor duda, un magnífico extrovertido que, como todos los temperamentales de ese tipo, ostentaba las bien definidas aristas de su grupo caracterológico.


“Era Palma hombre de extraordinaria sensibilidad, que se exteriorizaba poderosa por las puertas de todos sus sentidos. Si en determinadas circunstancias de su vida no hubiera podido verter al exterior el raudal de sus emociones y sentimientos, habría experimentado una sensación como de ahogo y en tal momento se habría considerado el más desdichado de los mortales. De tal raíz temperamental modulante, es que proceden los rasgos que caracterizaron su personalidad, y que son fácilmente identificables a través de los hechos y gestiones de su agitada y nerviosa existencia.


“Fue Palma, orador, escritor, poeta, ameno conversador; en pocas palabras: todo lo que de alguna forma pudiera poner en comunión con el mundo exterior, el intenso mundo interno de sus sentimientos y pasiones. Particularmente cuando lo contemplamos como el poeta de copiosa y variada producción, observamos en él, más que el deseo de hacer sentir a los demás, el palpitante anhelo permanente de trasladar sus sentimientos, de que los demás supieran lo que él sentía; más que el deseo de vestir su sensibilidad con los bellos ropajes del verso, hubo el deseo de desnudar su espíritu sutil y confesar sus pasiones a través del camino que es la poesía, que a despecho de él era un camino bello y que por la fuerza de su intensa vocación poética, le resultaba el más fácil y el más expresivo, el más cómodo y de mejor utilización. De esta circunstancia se derivan dos características más íntimas que habremos de encontrar presentes cuando estudiemos al poeta, pero que ahora vamos a enunciar. Los versos de Palma carecen, en general, del rebuscamiento de palabras y en algunos casos hasta de la impecable aplicación de las reglas, rasgos ambos característicos de la producción de muchos poetas que están siempre prestos al sacrificio del sentimiento, y hasta a la adulteración de la idea, en beneficio del giro sugerente, la palabra estilizada o la forma inatacable. Sus versos, espontáneos, sencillos, son de una sinceridad tan honda, como para ser bruñido espejo de la propia vida, trasunto siempre fiel de la propia sensibilidad; están hechos con palabras sentidas más que mensuradas, expresivas más que rebuscadas, que tienen sin embargo, toda la musicalidad que le da quien, poeta de nacimiento, piensa en estrofas dichas en alta voz. Y tienen también esas producciones todo el colorido, toda la vibración y exquisitez de los pensamientos bellos que anidan en su alma, que se escapan, como vuelo rumoroso de asustadizas palomas blancas, por la puerta del verso en toda su virginal textura. Son los suyos, poemas que, aunque en algunos casos hayan sido atacados en la forma, en el grado de perfección métrica, resultan ágiles repentistas, provisorios medios de exteriorización de quien concibe y siente con tan sorprendente rapidez, que necesita decir pronto y decir a plenitud lo que bulle y se agita allá dentro, en la intimidad de su alma estremecida. Hay seres para quienes hacer versos, es exponer ideas y pensamientos vulgares o no, con vocablos bruñidos y meticulosamente retocados. Tales son estilistas de la palabra. Para Palma, hacer versos fue expresar sentimientos exquisitamente burilados con palabras más o menos rítmicamente combinadas, por eso es un estilista, un poeta de la idea. Para los primeros, el verso empieza cuando se externa; para él, el verso donde alentaba, era en su alma.


“El hombre y el poeta que fue José Joaquín Palma, poseyó una genial rapidez de voliciones, una constancia improvisatoria tan robusta, que buena parte de la vida y la totalidad de las vibraciones de su lira, estuvieron regidas por esta modalidad a la que daba bríos y audacia un temperamento nervioso, sensual, apasionado.


“Ese nerviosismo de su carácter le hizo ser el impulsivo neto, capaz de recorrer, en pequeñas unidades de tiempo la gama llameante de lo pasional, con escalas en extremos tan opuestos como para pasar, casi sin transición, a tenor con las sensaciones que lo asaltaban, de lo irascible a lo contemplativo, de lo alegre a lo triste, de la risa a las lágrimas. Fue tan eminentemente sensible, como para haberse creado una discordia interior, un contraste constante por el que vive la melancolía del hombre defraudado, al mismo tiempo que la esperanza imposible de quien sueña con que en algún momento la vida le sorprenda mostrándole lo que con tanta ansiedad persigue. Es remedo del viejo alquimista: va tocando las rocas del sendero con la metálica cadena de ideales, alentando la ilusión remota de que alguna se torne en oro a su contacto. De aquí el constante espejismo de su aferramiento a ideales y sentimientos que concibió perfectos y realizables y que la realidad tornadiza de la vida se encargó de demostrar cuánto de imposibles tenían. Fue nuestro biografiado un constante perseguido por la maldición de su propio mundo interno, sublime creador de ideales perfectos, que su espíritu, sometido a la única forma de tiranía que experimentó su ser -la del ideal de un alma poética- buscó vanamente y vanamente pretendió encontrar en todos los sectores de este mundo de imperfecciones manifiestas. Sus periodos de melancolía casi constantes, sus ratos de amargura y vencimiento, más que hijos de otros dolores, son producto de ideales defraudados.


“De la amistad, un corazón abierto como el suyo y un espíritu capaz de interpretar el lenguaje del cariño, tuvo necesariamente que hacer un culto. Y como sacerdote imbuido de tan divino ritual, conoció como pocos el camino más corto para llegar al corazón de los demás. Y tuvo cualidades preciosas para este sacerdocio, porque supo él, también como pocos, inspirar confianza, hacer que los demás le comprendieran mostrándose en sencilla plenitud de sinceridad. Jovial, locuaz, agudo, supo mover con destreza el resorte psicológico que identifica rápidamente a los demás con nosotros, al hacerles participes y confidentes de lo que sentimos y padecemos. Conversador formidable y ameno,-dueño de una simpatía que fluía sin alardes ni esfuerzos, conocedor profundo del corazón humano, envuelto siempre en la atmósfera de un magnetismo personal atrayente: dispuso de un conjunto de elementos de agrado y de armas de conquista, con los que le fue fácil establecer comercio espiritual primero y jalones de cariño después, con cuantas personas trató, hasta el punto de hacerle exclamar a Martí, asombrado de tamaño poder de seducción personal, en el fragmento de notable carta a que habremos de referirnos después:(1) "¡Qué cortejo de amigos te siguen! ¡Cuántos ojos de mujer te miran!", y es análoga observación, hecha por Rubén Darío,(2) la que le hace calificar a nuestro compatriota de "Preferido en el festín, junto al hogar dorado..." Esos resortes temperamentales unidos a una hermosura física de blondo y "arrogante poeta escandinavo", son como escuadrones de un ejército poderoso e invisible, sumiso a la voz de mando de su voluntad, que le va abriendo puertas que estuvieron cerradas con hermetismo; le va atando corazones con la cuerda inquebrantable del afecto; le va tejiendo relaciones y hasta abriéndole oportunidades, ni asequibles ni fáciles para otros.


“Tales franquicias siempre logradas, unidas a un temperamento audaz y a una personalidad recia, le otorgaron tal grado de seguridad en sí mismo, que no fue Palma de los hombres nacidos para la subordinación, ni de los que mansamente se pliegan al anonimísimo, ni de los que pueden tolerar el pasar inadvertidos. Donde quiera que estuvo fue o se hizo cabeza; eje, foco de la atención de los demás; y era así cómo el se sentía en su medio, natural de errante y perpetuo aspirante a la gloria y a la admiración de todos. En los salones, fue siempre el centro de la atención femenina; en las tertulias fue eje de la conversación; en la vida, fue auriga del propio afán desbocado en loca carrera en pos de la gloria, como él mismo confiesa, con sinceridad aplastante, cuando dice:(3)


Yo batallo
buscando lo que no hallo.
Amo -con pasión terrible
una sombra, un imposible...
Morir en oscuro lecho
sin una banda en el pecho
sin un laurel en la frente!

Por ti ¡oh, Gloria! me consumo,
en ti el ánima se embebe.
Mi blanca estatua de nieve,
mi hermosa visión de humo!

Yo te diera
todo, mi existencia entera,
sólo por una mirada:

¡Oh mi dulce enamorada
no permitas que al ocaso
llegue mi vida, errante,
sin los laureles del Dante,
sin las coronas del Tasso.

“De la impulsividad del carácter de Palma, desconocida para quienes tan sólo se han asomado a las aterciopeladas modalidades del poeta y tan inadmisible para cuantos le trataron como amigo de dulzuras y complacencias extraordinarias, tenemos en el anecdotario de su vida, más de una prueba concluyente. En Guatemala, Palma fue protagonista de un incidente con un personaje descendiente de españoles, hacía tiempo radicado en la ciudad y asiduo concurrente, como el, a la nocturna tertulia del "Gran Hotel", el más importante de la ciudad. Había en el edificio -como era costumbre en la época- un canal de mampostería bastante ancho y adosado a la pared, que llenaba las funciones de pila de agua corriente, ya que, el precioso líquido entraba por uno de los extremos y salía por el opuesto. En la ocasión que nos ocupa, la charla derivó hacia un tópico que era obligado donde quiera que estuviera Palma: hacia la situación cubana y hacia las alternativas del proceso revolucionario. El hispano hizo manifestaciones que lucían despectivas para nuestros insurrectos. Y Palma, sin entrar en explicaciones, sin ripostar siquiera, rápido en la acción como el rayo, levanto en vilo al personaje y antes de que este pudiera percatarse de lo que ocurría y de la causa de tan fulminante ataque, se vio yacente en la fría canal de agua con una buena dosis de caricias, que no fueron las más poéticas y sutiles que administraron las manos del poeta.


“Hombre sin minuciosidades, desprendido, generoso, sintió siempre la despreocupación más absoluta, por los bienes económicos. Solo un milagro de amor hizo que estos merecieran su atención temporal, cuando su ausencia significaba amenaza de la subsistencia y bienestar de sus seres queridos, pero para el personalmente, nunca contaron, nunca significaron nada capaz de quitar el sueño. Siempre que, en un sentido global, tuvo asegurado el pan de los hijos, no fue hombre de preocuparse por detalles administrativos, no pensó en eso que llaman economías, no concibió que con los centavos se hicieran cálculos. Y a ello contribuyo mucho el optimismo suficiente que fue característica muy suya siempre pensó que la vida tendría que proporcionarle lo necesario para subsistir, no como una merced, sino como derecho inalienable de hombre de su alcurnia. Hay una simpática anécdota, demostrativa de que, en ocasiones, la generosidad habitual del poeta tuvo los más contraproducentes resultados. Tenía Palma en Honduras, un servidor indio, fiel como perro domestico y devoto como feligrés ejemplar. Sabido es que entonces y aun hoy, muchos aborígenes gustan más de andar descalzos que de tener los pies dentro del cepo más o menos rígido de un par de zapatos. Carmen -que así se llamaba quien, a despecho del nominativo era un hombre cabal- nunca los había usado. Con motivo de uno de los periódicos viajes de Palma, era necesario que Carmen le acompañara hasta Amapala o hasta el lugar de destino, llevando el equipaje del viajero. Palma quiso darle a su servidor una muestra de aprecio generoso, al mismo tiempo que, ponerlo en condiciones de que no desluciera en la ciudad, junto a su señor. Y abriendo un escaparate, extrajo el único par de botines nuevos y relucientes de que disponía, ofreciéndoselos a su servidor, para que ostentara el lujo, insólito entre los de su clase, de pasearse y mostrarse en Amapala con botines de caballero.


“Carmen, cuya mentalidad no estaba funcionando a ritmo con la de su señor, y que por añadido, no podía negarse a recibir el obsequio cuya aceptación respetuosa era impositiva para su espíritu sumiso, muy lejos de sentirse como chico con las nuevas botas, lo que hizo fue romper a llorar desconsoladamente, con gran sorpresa del poeta a cuya opulenta imaginación no había podido ocurrírsele tan inesperada como negativa reacción. Al inquirir Palma la razón del insospechado malestar del domestico, este hubo de expresar que seguramente su amo sabía que el iba a morir en este viaje, ahogado en el mar, porque sólo así podría explicarse tanta generosidad y empeño de su señor porque el llegara al puerto calzado como un caballero. Y aunque el aborigen fue disuadido de su equivocada interpretación, en muchos momentos de la jornada lloró furtivamente, y tan pronto tuvo una ocasión echó a un lado los relucientes botines, que eran los únicos nuevos de que disponía su señor y que tan seria amenaza constituían para su vida.


“Toda la vida de Palma está impregnada de toques de misticismo y de frecuentes aunque fugaces accesos de melancolía, unos y otros, sorprendidos por sus amigos en las palabras, en la expresión de su mirada, estados que resultan, hasta cierto punto, contradictorios con el optimismo entusiasta y comunicativo que le hemos atribuido. Sin embargo, ambas modalidades resultan típicas en los hombres de su temperamento, en la clasificación que hemos asignado al suyo. Los temperamentalmente optimistas, impulsivos y pasionales, son muy dados, ante el fracaso, la desilusión o la situaciones de solventación imposible para sus múltiples recursos, a sentirse momentáneamente aplastados, coyuntura en que experimentan vehementes accesos de inusitada melancolía y el reconocimiento de su subordinación a los poderes superiores, a los que en ese momento acuden ... Esta era la razón de la frecuente recurrencia de Palma al misticismo que, desde niño, tan indeleble huella había dejado en su espíritu. De igual modo que es esta la explicación de su aspecto melancólico tan frecuente como para haber sido observado por cuantos hicieron su retrato físico. Pero esos estados de melancolía eran fugaces, relampagueantes, aunque reincidentes, duraban hasta que el más ligero estímulo, la más leve esperanza, como un soplo de aire fresco, movilizaba el entusiasmo temperamental, haciéndolo lanzarse a la acción con nuevos bríos. Por otra parte, es común en los hombres de imaginación tan fecunda y de sensibilidad tan extraordinaria, que cuando no están embargados y absortos por el apremio de lo inmediato; cuando en su cerebro, que no conoce nunca el reposar en blanco, hay un ligero estado de serenidad, se entreguen al placer ascético de hundirse en las negras aguas del mar de sus nostalgias y añoranzas. Y Patina, cuando su mente le daba una tregua, cuando su pensamiento moderaba el ritmo, se hundía en sus recuerdos, a veces quemantes y aflictivos: sentía la nostalgia por la tierra bayamesa ausente, donde su infancia inquieta decursó, junto a las orillas del serpeante río; las que sentía por la esposa ausente de negros ojos y por "sus cabecitas rubias", impregnada del remordimiento no confesado, pero terriblemente ardiente, de que sus andanzas de trotamundos revolucionario les privaba del calor y de las ternezas que su corazón ansiaba prodigarles; las que sentía por tantos ideales rotos y truncados, por el realismo desconcertante del vivir. Y ante la humana impotencia para resolver los unos y para acallar los otros, sólo volviendo su espíritu flagelado por el propio pensamiento, a la divinidad, encontraba el consuelo y la esperanza que él mismo era insuficiente para otorgarse.


“Fue José Joaquín Palma, hombre de singular dotación para la vida en sociedad. Profundamente sensitivo, exquisitamente caballeroso, de palabra fácil, oportuna, sugestiva, original en la lisonja, de arrogante prestancia física y conocedor del sutil arte de tañer la lira arrancándole arpegios sonoros y emocionantes; era, tenía que ser, eje de la atención de los demás y foco de luz en torno al cual quemaban las alas de su admiración rendida, las tiernas y delicadas mariposas femeninas.


“Al pretender ahondar en este aspecto tan intrínseco de la vida de nuestro biografiado, nos ha parecido descubrir en familiares y amigos a quienes hemos hecho sujetos de nuestras investigaciones, un fondo de recato y resistencia al esclarecimiento de tan humana manifestación de la vida y la sensibilidad. Como no participamos de esa posición mental; como entendemos que es este uno de los aspectos más ilustrativos del carácter de un hombre; como se nos ocurre que no menoscaba sino que agiganta el prestigio y la concepción que estamos ofreciendo de nuestro personaje, la posesión de atributos masculinos y de vehementes atracciones para las féminas, vamos a tratar de mostrarlo en plenitud sincera y de cuerpo entero en este sentido. De Palma, guardando la distancia -porque no fue tan genial pero sí fue más hermoso- podemos decir lo que en una ocasión escuchamos a un compañero que, en interesante conferencia,(4) destacaba certeramente lo humano y lo justificativo de las pasiones amorosas de Martí, de esas pasiones que tenían su razón de existir y que muchos historiógrafos se empeñan en silenciar o atenuar en la medida de sus preocupaciones:


“Si el hombre promedio, con uno solo de los atributos que él tuvo, con un poco nada más de su inmensa apetencia de ser amado, despierta considerable número de pasiones femeninas, que engendran otros tantos amores en el decurso de su vida, cuánto más el genio que había en Martí! Tratándose de Martí no podía ser de otro modo. Quien se da, quien se entrega por todas las vías que pueden exteriorizar las potencias de su ser, sería falso y tacaño si regateara darse por puerta tan dulce e íntima como es la puerta del amor. Pero, además, hombre que disponía de un magnetismo personal tan avasallador que era capaz de uncir rápidamente a los hombres al carro triunfal de su devoción y afecto..., con cuanta más razón unciría a las mujeres, a las mujeres que, por femeninas, por sensibles, por emotivas, tenían que sentir más vigorosa y avasalladoramente el imperio de su atracción y la potencia amorosa de su corazón!


“Estas mismas palabras pueden servir para explicarnos por que José Joaquín Palma amó mucho y fue muy amado.


“Vale que aclaremos que el hecho de que Palma fuera hombre ardoroso y que en su vida menudearan los amores, ni cataloga a nuestro biografiado en el grupo elemental de los donjuanes ni le resta a sus pasiones ese fondo de selectiva sinceridad que distingue y caracteriza los sentimientos de este orden, en los hombres cultivados y honestos. Hemos dicho antes, que la única dictadura que la vida de Palma, tan independiente en todo otro sentido, hubo de admitir y padecer, a través del tiempo, fue la dictadura de los propios ideales e ilusiones, tan avasalladora e imperiosa, que fijo marca y hasta límite, al grado de felicidad que el hombre disfrutara. Ese idealismo de ribetes infantiles le hizo contemplar las pasiones amorosas que concibió, como espejismo al que atribuyen perfiles de eternidad los hombres de su temperamento. Busco, con solícita ansiedad, en el amor femenino, como en todo o acaso más que en todo, la perfección que el pincel sutil de su mente había diseñado, el ideal que sus sueños de hombre exquisito y poeta había delineado. Fue un verdadero pesquisar constante al largo de la vida, más sañudo y persistente cuanto más defraudador era el realismo vulgar; lo que, unido a su masculinidad bien definida y su atractivo imperioso, le permitieron encontrar en la belleza femenina, culto de constante prosternación y en la variedad de las hijas de Eva, amplio y propicio campo para buscar lo que jamás hallo. Cada vez que se sintió poseído por una pasión amorosa, ésta lucio monopolizadoramente única, embargando todos los ámbitos de su vida. Y fue profundamente honrado en tales estados porque en su logro vio meta de eternidad, porque sus ficticios oropeles le hicieron presentir la cristalización del ideal tantas veces acariciado y tantas veces defraudado. Mas, cuando las circunstancias de la vida fueron extinguiendo las llamas de la propia combustión, no por vía de la saciedad animal, sino por la vía analítica que le fue enfrentando con el realismo descarnado y la imperfección viviente, no fue el suyo el desencanto de quien ve morir una pasión, de hastío fue sentir la tristeza tantas veces sufrida del ideal irredento, estado negativo que habría de perdurar hasta que una nueva pasión, vestida con bellas galas de esperanza, abrió un nuevo paréntesis de ansiedad.


“No fueron los amores de Palma, pues, ni el afán de variedad que experimentan los donjuanes típicos faltos de personalidad; ni fueron tampoco el tributo que la fogosidad elemental, ausente de bridones y estimulada por el trópico, rinde ante el ara pagana de lo sexual; era el eterno auscultar la sensibilidad femenina para ver en qué corazón de mujer encontraba el diapasón magnífico que afinara con el ya viejo patrón ideal, concebido y acariciado como síntesis de perfecciones y elegancias con vestimentas de mujer. En sus frecuentes horas de desencanto amoroso su lira lo proclamaba: (5)

¡Las mujeres
Esos misteriosos seres
hacen la vida querida
para amargarnos la vida:
y de lo bello al través
con halagos seductores
cubren el alma de flores
y las marchitan después.

Sus inocentes engaños
se llevaron mis creencias,
y a aquellas alborescencias
de aquellos primeros años:

Mas no lloro
ese perdido tesoro
porque en sus ojos ardientes
bebí el amor a torrentes,
y amor todo lo creó:
de amor al soplo fecundo
de las tinieblas del mundo
derramando luz brotó.

“Y cuando el espejismo de perfección ideal se esfuma, el poeta con encono rencoroso, afirma que las mujeres "tienen la constancia prendida con alfileres?..., que "son sus bocas purpurinas -unas máquinas divinas- de mentiras celestiales".


“Rubén Darío, que sólo descubrió la atracción que la belleza femenina ejercía sobre Palma, sin penetrar el fondo de ansiedad indagadora que padecía, lo describe así: (6)


“Nadie lo vence en sus poéticas galanterías. Sobre la limpia y clara fuente de sus poesías, mueve sus alas de cristal la libélula ilusión... Palma es el gallardo cantor de las mujeres jóvenes y apasionadas... En medio de su inspiración soñadora el poeta del trópico arde en pasión. Por eso él elogia el labio rojo y tentador, a las pupilas adorables, al cuerpo que se mueve como la flexible caña del Malabar.


“Hubo, sin embargo, dentro de ese mundo de amores que fueron como faro de luz intermitente, hacia el que bogó un ideal titánico e insatisfecho, una pasión vehemente que alcanzó la perpetuidad del ideal logrado, pasión que se descubre más o menos latente en todos los momentos de aquella vida y en todos los períodos de su inspiración, aunque donde más nítidamente se destaca es en el poema que dedicara a Miguel Jerónimo Gutiérrez:

Tengo mi casita oculta
entre dos altas montañas,
donde el sol verla no pueda
ni el viento pueda besarla.

Y en ella las dulces prendas
que hacen la existencia cara,
y hacen combatir al hombre
por un nombre y una patria...

Tengo allí cabellos de oro
tengo manecitas blancas
y bocas que me sonríen
y dulcemente me llaman:

ojos negros que me miran
con esas suaves miradas
limpias de todo misterio
y llenas de toda gracia.

¡Ay mis cabellos de oro!
¡Ay mis manecitas blancas!
¡Ay mi casita de tejas
y tantas cosas del alma!

“Tienen los caracteres extrovertidos, cierta inestabilidad de ideas, pasiones y estados de ánimo, perfectamente explicables por la dinámica del espíritu y la veleidad de la mente que, tan fiel y efectivamente, responden a la variedad de estímulos a que constantemente se ven sometidos. Sin embargo, esa inestabilidad no es característica absoluta de Palma, acaso por lo temprana y hondamente que arraigaron en su espíritu ciertos conceptos fundamentales, determinados ideales que informaron todo el curso de sus acciones, o acaso por la intensidad con que se entregó al amor de su compañera y de sus vástagos. Pero es notable la permanencia y hasta el vigor con que defendió y mantuvo incólumes sus grandes amores señalados, pese al concierto de circunstancias negativas que contra ellos conspiraron casi de manera constante y pese a su búsqueda afanosa de ideales. Amó a su familia sobre todas las cosas y gozaba con fruición recordando aquellos seres que de él dependían, pese a que vivió la mayor parte del tiempo separado de ellos y solicitado por tantos cariños que habrían querido suplantarlos en su corazón: amó inalterablemente la libertad, no importa las crisis a que la posibilidad de la nuestra, se vio sometida en las postrimerías de la Guerra de los Diez Años y en el interregno preparatorio de la gesta del Noventa y Cinco; amó a Bayamo y a su río, imágenes jamás suplantadas en su mente, como ama el parvulito a la cuna y a su compañero de juegos, pese a que después de su salida de la ciudad, al inicio de la epopeya, sólo volvió a verla una vez, luego de constituida la República; amó la causa revolucionaria y a sus hombres, de modo tal que, cuando vencida ésta y desencantados y abatidos aquéllos, escombros de ideal y humanidad de aparente imposibilidad de reconstrucción, corrió presuroso en auxilio de los patriotas exilados, fiel a la amistad en la desgracia, visionario convencido de que alimenta cachorros de tigres que pronto han de volver a desencadenar la contienda con zarpazo vencedor; amó a Cuba, tan tiernamente, tan inalterablemente, que sólo comparable al amor que experimentaba por sus cabecitas rubias, es el amor que siempre alentó por-la Reina del Trópico.


“No hemos de cerrar este capítulo sin hacer notar la extraordinaria capacidad de adaptación inteligente de que hizo gala Palma, a través de toda su vida, y el difícil arte de la oportunidad que tuvo y que más que cualquiera otra cualidad individual, es, a nuestro ver, determinante de los triunfos que el hombre logró en lides de afecto y amistad. Pero, vale más que sea la palabra autorizada y sabia de Martí quien lo exprese, en charla con el Dr. Máximo Soto Hall, en visita que el último le hiciera en la ciudad de Nueva York:


“Tras un breve silencio, Martí nos dijo con acento que demostraba un vivo interés: -¿Y Palma?..., ¿qué es del aeda Palma? Le informamos que vivía en Guatemala, siempre muy contento y muy querido, siendo objeto de constantes atenciones: que raro era el día en que no se hallaba invitado a comer en la casa de alguna familia amiga, atención a la que él correspondía, cuando se trataba de personas de confianza, ciñéndose un delantal blanco, yendo a la cocina y obsequiando a sus obsequiantes con alguno de los apetitosos prodigios culinarios en que era acabado maestro. -Palma, repuso Martí con una sonrisa enigmática, es el hombre en quien he conocido más prodigiosamente desarrollado el don de la oportunidad. Cuanto dice, lo dice en el momento preciso, con la frase precisa y a la persona precisa. No me extraña que en Guatemala lo pase bien, porque conozco por experiencia, la gentileza y hospitalidad de los guatemaltecos; pero estoy seguro de que, si no en forma tan halagadora y grata, Palma se sabría hacer ambiente entre los cosacos de las estepas, los negros del Congo o los beduinos del desierto.(8)


“Y como rasgo final de tan complejo carácter, vaya el criterio de Ramón Rosa, amigo devoto de Palma, que tan certeramente expresa el contraste interno que amargó y sublimó la vida del poeta:(9)


“Palma amó en todo y por todo el ideal y nada más triste que un amor así. Sentir el ideal, amarlo, verlo resplandecer en la mente y querer con delirante afán su objetividad, su realización, en la mujer, en la familia, en la amistad, en las instituciones, en la sociedad, en la patria, en la humanidad, en las creencias, en los afectos todos; y luego tocar diariamente, día por día, hora por hora, la impura y repugnante realidad, llena de limitaciones, de pequeñeces, de falsedades, de engaños, de miserias, de podredumbre, de asqueroso cieno. Tal contraste entre lo puro y lo abyecto, entre lo sublime y lo rastrero, es un contraste horrible, muy horrible, es el mal incurable que padecen las almas elevadas, es la sublime enfermedad del genio. He aquí, señores, la enfermedad de Palma, su enfermedad secreta, que más bien se adivinaba porque él procuraba ocultarla siempre.”



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“(1) J. J. Palma. Ob. cit., Carta de José Martí.”


“(2) Revista El Fígaro, Habana, enero 10, 1902.”


“(3) J. J. Palma.. Ob. cit., págs. 206-207.”


“(4) "Martí: Hombre o Mito". Conferencia pronunciada por el doctor L. González del Campo en la Logia "Feo. V. Aguilera", La Habana.”


“(5) J. J. Palma.. Ob. cit., pág. 203.”


“(6) Revista El Fígaro, Habana, enero 19, 1902.”


“(7) J. J. Palma.. Ob. cit., pág. 107.”


“(8) Máximo Soto Hall. La Niña de Guatemala, págs. 155-156. ”


“(9) J. J. Palma.. Ob. cit. Prólogo.”




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Última Revisión: 1 de Marzo del 2006
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