Damisela El Emigrado - José Joaquín Palma : Toda Una Vida por la Dra. Fanny Azcuy Alón en la Literatura Cubana

José Joaquín Palma - Toda Una Vida en la Literatura Cubana. Bandera de Cuba.


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José Joaquín Palma
Obras Literarias
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Toda Una Vida
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El Emigrado
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En un Album
La Locomotora
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Bibliografía



José Joaquín Palma
Toda Una Vida
por la Dra. Fanny Azcuy Alón
El Emigrado

“El viaje de Palma tiene un ambicioso itinerario, como todos sus planes, cuando de servir la causa de Cuba se tratara. Eran sus objetivos, visitar Centro América, Colombia, Ecuador, Perú, haciendo su primera escala en Nueva York, Estados Unidos.


“En Kingston tomó Palma pasaje en el vapor inglés "Córsica", rumbo a Nueva York. Uno de los incentivos del viaje era la escala obligada que el buque haría en la ciudad capital de Cuba, con lo que el poeta vislumbraba la oportunidad de conocerla, de pasearse por sus calles, acaso de establecer contacto con algunos de los patriotas en ella radicados. Pero el arribo de la nave a la rada habanera deparaba al viajero un nuevo desencanto. Fue oportunamente informado de que las autoridades españolas, sabedoras de su presencia a bordo, habían dispuesto que, confundidos entre la multitud de guadañeros que, con sus chalupas rondan aun hoy los barcos surtos en puerto, fueran varios esbirros disfrazados, para que tan pronto Palma pusiera planta en alguna de las minúsculas embarcaciones, territorio español al cabo, fuera hecho prisionero. De esta manera el placer con que el poeta contaba y que con tanta ilusión había acariciado desde su salida de Kingston, se convirtió en la contrariedad de contemplar la ciudad cubana desde su propia rada, teniéndola casi al alcance de la mano y sabiendo, sin embargo, que no podía disfrutar del goce al alcance de cualquier otro pasajero, de acercarse a ella, de moverse por entre el laberinto de sus retorcidas y estrechas calles coloniales. Tuvo la situación de Palma mucho de semejanza con la de Moisés frente a la Tierra de Promisión, porque uno y otro sabían que no podían llegar y uno y otro padecieron la tortura de verla a la distancia. Fue entonces cuando, mirando de hito en hito a la ciudad, desde la ventana de su camarote, mezclando el amor y el encono en una misma emoción, produjo Palma su primer poema en la emigración, con el nombre de "Habana"(1) y del cual son estas estrofas, expresivas de su estado anímico:

Dulce Habana: ¡ciudad mía!
Centro de vida y riquezas,
En donaire y gentileza,
¿Qué ciudad te ha de igualar?

He llegado a tu bahía
Impelido por el viento,
Estoy bebiendo tu aliento
Y no te puedo abrazar!

Por el mundo voy de mano
Con el mal que me hace guerra
Buscando un palmo de tierra
En que poder descansar:

Buscando un soto lejano
Escondido y silencioso,
Que me recuerde en lo hermoso
Algo del perdido hogar.

..........................

Donde un déspota ceñudo
No ejerza absoluto imperio,
Donde el ¡Ay! del cautiverio
No lastime el corazón;
Donde no mire el escudo
Fatídico de los reyes,
Ni me alcancen esas leyes
De muerte y expoliación.

...........................

Gocen de tu puro cielo
Y de tus noches serenas
Los que sientan en sus venas
Lenta la sangre latir;
Los que inclinados al suelo
la cerviz al yugo cedan;
Almas de hielo que puedan
En la ignominia vivir.

Los que sin levantar las manos
Ven entre infames honores,
La sangre de sus hermanos
A borbotones correr;
Y adormidas sus potencias
En festines corruptores,
Desoyen las exigencias
Del honor y del deber...

Espera, Habana, que el día
Ya de la justicia avanza,
En que armados de venganza
Tus nobles hijos verás:

En que audaz la tiranía
Arrojada de tus lares
Cruzara los anchos mares
Para no volver jamás.

Pronto te alzarán triunfantes
Nuestras invictas legiones
Y sus salvajes bridones.
En tu Almendar beberán:

...........................

Pronto se alzará radiante
La libertad sobre el crimen
Y los hierros que te oprimen
Despedazados caerán.

¡Adiós, Habana! ...se agita
La bandera de Inglaterra
Vuela el humo, el vapor grita
Y la nave parte ya.
¡Adiós!... busco en otras tierras
Aquel estandarte hermoso
Que tremoló victorioso
En Junín y en Boyacá.

“En el exilio fue, donde de manera más evidente, se puso de manifiesto el valor de las condiciones de carácter de José Joaquín Palma. Hombre cultivado, de integridad moral extraordinaria, con un sentido de responsabilidad amplio, poseía el mínimo de las condiciones que podían dar acceso a cargos y posiciones. Pero no hay duda de que otros cubanos también poseían en esa misma y en algunos casos hasta más amplia dotación que el, y sin embargo, ante estos últimos no se abrieron, con la relativa facilidad con que Palma las obtuvo, las posibilidades que abrió para sí y para otros. Ello es demostrativo de que, además, a Palma asistían otras condiciones de tipo individual, otros elementos capaces de dejar huellas en los espíritus que se ponían en contacto con el suyo, que fueron los factores determinantes de la ruta de su vida en el exilio. Don de gentes, simpatía natural, magnetismo, extraordinario poder de adaptación, sutileza de comprensión e interpretación de los problemas y preocupaciones ajenas en magnitud y temperatura consagradas a los propios. Esas fueron las armas del conquistador, esos fueron los elementos que le permitieron a Palma sentirse muy pronto en suelo extraño como en suelo suyo y ser considerado por los extranjeros como un hermano más. Arribar Palma a Centro América y ganarse definitivamente el corazón de aquellos pueblos y la simpatía de aquellos hombres, fue todo una misma cosa. Y fue tan absoluta la conquista que, aun hoy, guatemaltecos y hondureños, consideran a Palma como algo propio, y ese sentimiento tan sincero y espontáneo es uno de los obstáculos insuperables que encuentra la posible realización de los deseos del poeta, cuando en su poema "Al Regreso", demanda:

Mas, ya que cercana zumba
La voz de la muerte helada
    Te reclamo,
Sólo un sauce y una tumba
Cabe la orilla sagrada
    del Bayamo

“Tan sencillo y modesto deseo expresado por quien tanto sacrificara en aras de la Independencia de Cuba, tuvo exaltador eco en la mente de otro patriota augusto de las tierras de Oriente, del coronel Rafael Manduley y del Río,(2) a la sazón Gobernador de la Provincia, por cuya iniciativa el Consejo Provincial tomó el plausible acuerdo de satisfacer los deseos del poeta desaparecido, trayendo a Cuba sus restos y dándole definitiva tumba junto a un sauce, cerca de la ribera del Bayamo murmurador. Mas, los familiares del poeta, agradecidos a cuantos les profesaron sincero cariño, deseosos de no lastimar ni con la caricia de los pétalos de una flor a quienes amaron a su padre, han renunciado a tamaña satisfacción, 'temerosos del disgusto que produciría a cuantos en aquellas tierras aman el poeta y le han levantado en sus corazones sendos altares, que acaso se considerarían despojados al serle arrebatados los restos que reposan en la tierra del quetzal, como en entrañas de la tierra propia.


“Desempeño Palma varios cargos destacados y enaltecedores en tierra de Centro América. Fue Secretario del Dr. Marco Aurelio Soto, guatemalteco que presidio los destinos de Honduras, como primera manifestación efectiva del propósito federalista, que desde entonces constituye sentida aspiración y que algún día será realidad para las cinco repúblicas que, más que hermanas, son siamesas en que el cuerpo, la economía y tal vez el espíritu se encuentran profunda y singularmente confundidos. Fue Director de la Biblioteca Nacional y sirvió, durante varios años, la Cátedra de Literatura Española y Americana en la Facultad de Derecho y Notariado de Guatemala.


“Pero más que esos cargos de servicio público y retribución material, tuvo Palma otros que no fueron cargos oficiales, ni mucho menos retribuidos, pero que a su espíritu lo llenaron de la más honda y perdurable satisfacción. Fue "el preferido en el festín, en la velada, junto al hogar dorado"; fue poeta y árbitro de aquella sociedad; en el corazón de cuantos le trataron, dejo impresa indeleblemente la huella de su simpatía y afectuosidad; fue querido como uno de los mejores entre los propios; se dio en cariño y devoción, como los más exaltados y amorosos hijos de aquellas tierras, sin traicionar la integridad y la hondura del amor que sentía por la patria. Y quien conozca la intimidad de los sentimientos del poeta, tiene que reconocer que, estos cargos de sentimiento a sentimiento, que estos afectos sinceros, fueron los que más dulcificaron su vida hecha para sentir y padecer.


“Solo un hombre que ha sabido conquistar definitivamente el corazón de aquellos pueblos y de sus regentes, puede hacer lo que Palma hizo, al amparo de tales franquicias. Fue él quien compartió, con Izaguirre, el honor de introducir a Martí(3) en el seno de la sociedad guatemalteca y fue el, quien introdujo a nuestro Apóstol al trato de la familia de Soto y a las tertulias literarias y sociales, donde pronto habría de destacarse como astro de luz propia y cegadora. Fue Palma testigo mudo que pudo seguir, paso a paso, como lo demuestra uno de sus más bellos poemas, el divino, el dulce, el tierno romance de la vida de Martí, como siguió, paso a paso también, la extinción de aquella vida niña que se apagó para siempre, consumida en la llama de un amor avasallador.


“Fue Palma el confidente de Martí, su íntimo amigo, en los momentos de profunda tragedia, cuando el Ruiseñor del Trópico, al retornar a Guatemala, se encontró con la triste nueva de que la dulce María García Granados, como delicada avecilla, había muerto de amor. Era Palma la única persona a quien Martí podía acudir en tan difícil trance, ¡por algo era su amigo del alma, humano, comprensivo, afectuoso como pocos! Era el único en quien podía volcar su corazón haciéndole conocer la intensidad de su íntimo dolor, herida que para todos los demás debía guardar en secreto aunque sangrara tanto, que por ella pareciera escapar la vida misma. Es por eso que, según el testimonio respetable de Soto Hall,(4) del colegio de Izaguirre, a donde acudiera Martí presuroso, con el secreto propósito de contemplar una vez más a la Niña de Guatemala, la de la belleza tenue y el mirar dulce de paloma torcaz, que se había metido tan profundamente en su corazón, corrió más que anduvo, hasta la modesta casa de pensión de las hermanas González, donde a la sazón residía el poeta bayamés. La expresión del rostro de Martí tiene que haber sido la del hombre que ha visto estallar una bomba poderosa a sus plantas, la de quien siente que el suelo falta a sus pies. Y sólo abriendo su corazón y su alma al amigo querido, podría encontrar el sosiego que le faltaba, reconquistar el control perdido en las aulas del colegio de Izaguirre.


“Largo hablaron los dos amigos, de corazón a corazón; profunda identificación en el amor y en el sentimiento tienen que haber experimentado aquellas dos almas tan afines; pero nadie sabrá jamás lo que allí se dijo, nadie sabrá si una furtiva y ardiente lágrima culminó la charla: nadie sabrá lo que allí vertió el adolorido pecho de Martí, ni lo que replicaría el conturbado y entristecido espíritu de Palma, ya que venía presintiendo la tragedia. Sí sabemos que fue Martí el primer auditorio que escuchó las estrofas sentidas del poema que Palma acababa de componer, recitadas con voz trémula, entrecortada, lenta, cadenciosa, por el autor de "A María García Granados"(5) cuando empezó:

Rompió la muerte el delicado broche
que a la existencia terrenal te unía:
Así mueren los lirios de la noche,
al resplandor del día...!

“Y tiene que haber sido impresionante escuchar, en la atmósfera de confesión de aquella entrevista, en la soledad de aquellas dos almas, dentro de las estrechas paredes de un cuarto de pensión, cuando la misma voz llena, suave, acariciadora, más firme pero aun velada por la emoción, terminaba:

Que implores por los tristes de la tierra,
que vele siempre la piedad cristiana,
apoyada en el mármol que te encierra,
y... ¡ adiós!... ¡hasta mañana!

“Y nada de extraño tendría que, al abandonar aquel recinto, ya fueran bullendo en el cerebro de Martí los inmortales versos de "La Niña de Guatemala".


“Es regla en el emigrante padecer un intenso egoísmo, que se justifica por la noción real o presupuesta, de que en aquella aventura, en tierra y entre hombres extraños, solo puede contar con sus propios recursos y con las economías que su sentido de previsión fomente. Y esa actitud egoísta es posible que sea más intensa en quien emigra, no para buscar la migaja de pan que le falta, sino para obtener un poco de la libertad que no tiene, al mismo tiempo que, para recabar fondos para el sostenimiento de una causa que le es sagrada, como ocurría a nuestro emigrado.


“En este caso, no se está viviendo el estado psicológico de quien ha visto de cerca la miseria y sabe lo que vale el pan en un momento dado; nos situamos en los antípodas, estamos viviendo la seguridad, la certeza del derecho a vivir bien, como se ha vivido antes, como se ha vivido siempre; se tiene la seguridad de la dotación propia para esta forma de vida y, por tanto, se experimenta el deseo de no sacrificar lo que la propia gestión y acometividad nos otorga para tales fines. También se experimenta el legítimo afán de ser uno de los más efectivos contribuyentes a la causa y hay el recóndito deseo de que otros no puedan compartir la gloria que consideramos propia, ya que es el producto de nuestro personales esfuerzos y aportaciones.


“Palma, si hubiera querido, podría haber sido ese tipo de emigrado. Y sin embargo, fue todo lo contrario. No se necesita gran esfuerzo de imaginación para comprender la posición ventajosa en que se vio situado para derivar beneficios y gajes diversos para sí y para sus familiares, máxime cuando tenía hasta la justificación del fracaso revolucionario y de un legítimo deseo de enriquecimiento, permisible precisamente para ayudar a posteriores intentos revolucionarios que podrían producirse o no. Secretario del Presidente Marco Aurelio Soto durante su período de Gobierno, hombre de confianza, considerado como de la familia del Magistrado, quien aun después de abandonado el cargo, hubo de invitarle a que compartiera con él las delicias de un viaje a Europa; que sentía por el poeta viva admiración intelectual y afecto sincero: cabe pensar que no fuera la mente de Palma, ni roma ni tardía, para comprender que sin menoscabo de su prestigio, y al amparo de la realidad innegable de que sus hijos deambulaban por Jamaica y Norte América, podría haber ido gradualmente gestionando gajes y ventajas que le habrían permitido, por lo menos, instalar confortablemente a su familia y hasta acumular una bonita suma de dinero, garantía de futura estabilidad y bienestar material. Tampoco es posible sospechar, ni siquiera remotamente, que hombre de tan profunda sensibilidad paternal como Palma y de tan intensa devoción familiar, no tuviere en el primer plano de su mente, en el marco de su constante preocupación y ansiedad, la desgarradora tragedia de verse apartado de los suyos y de no poder saber cómo vivían y cuáles eran las dificultades que cada día confrontaban "sus cabecitas rubias".


“Sabía Palma, por otra parte, que había en la lucha por la libertad de Cuba, figuras que tenían mucho más relieve que él, que habían conquistado mayor estatura revolucionaria que la suya, y que fácilmente, con el respaldo del gran prestigio que poseían, podrían, si lo hubieran intentado, desplazarlo del más alto sitial de la consideración extraña, cuando no compartirlo, opacando un tanto la gloria del poeta y limitando la preeminencia de que disfrutaba.


“Pero ninguna de estas preocupaciones, pequeñas, aunque humanas, hallaron eco en la mente del poeta, que fue precisamente en la emigración donde hubo de crecerse, rindiendo el más alto tributo a la patria y a la amistad. Sin pensar en las propias necesidades, sin prestar oídos al humano egoísmo familiar ni a que le oscurecieran los demás; una vez sofocada la hoguera del Sesenta y ocho, de la que salieron las más gloriosas figuras insurrectas sin hogar, sin patria y sin un pedazo de pan que dar a sus hijos; en lo único en que Palma pensó, fue en utilizar su influencia y sus relaciones, su afecto y su demanda suplicante, para beneficio de la patria atribulada, en la persona de sus hijos más destacados.


“Y fue así cómo, allá por el mil ochocientos setenta y ocho, sin que nadie se lo pidiera, sin más sugerencia que el acicate de su admiración, afecto y respeto por los hombres que luchaban por la causa de Cuba, le vemos acudir a Jamaica, con el corazón rebosante de júbilo, para recoger a sus compañeros que sufrían penuria e instalarlos en posiciones oficiales en Honduras. El primero en iniciar el desfile fue el general Máximo Gómez -al que reservamos la oportunidad de decirnos cómo apreció este gesto del poeta bayamés quien fue designado General de División del Ejército de Honduras; y al general Gómez le siguieron el general Antonio Maceo, como Comandante de Tegucigalpa; Flor Crombet, como Gobernador de un Estado; Roloff, como Administrador de un Banco; Eusebio Hernández, como Director de un Hospital, y Tomás Estrada Palma, como Administrador de Correos. Don Tomás, más tarde, habría de contraer matrimonio con la hija de un ex-presidente de aquella República: Don Santos Guardiola, cuya hija Genoveva casó con él, mientras Galatea, su hermana, fue la esposa de Roloff. No hemos de pasar adelante sin destacar las palabras que el Generalísimo escribiera en el manuscrito que titula "Recuerdos" y que dedica a su hija Clemencia:(6)


“A ti, hija amada de mi corazón, a ti, pedazo de mi alma, amor de todos mis amores, esperanza de toda mi vida. A ti, hija mía, dedico estas líneas que aprenderás como una oración y guardarás en tu memoria como un recuerdo sagrado... Léelas tú y haz que tus hermanos las lean, para que tú y ellos sepan cómo y dónde nací, algo de lo mucho que he sufrido, y sepan también a quienes les debemos un favor, porque quiero que desde la infancia aprendan a pensar, sentir y agradecer... Hay deudas en la vida de los hombres que jamás acaban de pagarse y es preciso que los padres las leguen a sus hijos; y cuando tu mano amorosa cierre mis ojos sin luz, porque ya haya caído para confundirme con el polvo de los demás, a ti y a ellos tocará honrar mi nombre y mi memoria con la gratitud hacia nuestros bienhechores- yo habré desaparecido de la escena de los vivos... Esos amigos también pueden abandonar este mundo mentiroso y falaz, pero quedarán sus hijos, justos acreedores, para recoger el fruto que sus padres han sembrado. No olvides nunca, hija mía, que la gratitud es el sentimiento más dulce que conmueve el alma, que agrada a Dios y que siempre ha procurado conservar en su corazón, tu padre que te ama. (F.) Máximo Gómez.


“En otra carta le dice:(7)


“Había en la isla de Jamaica más de mil cubanos de todos sexos y edades, y en su mayoría aptos para tomar las armas; pero que no habían querido ir a la lucha... Al llegar al seno de aquella emigración la noticia de la paz de Cuba, se sublevó en contra de los que hacía diez años que estábamos en los campos de aquella tierra, luchando por hacerles patria... Creyéndome a mí de tanta significación y poder para haber detenido los acontecimientos que precipitaron aquel suceso, fue desde luego, el blanco de su encono, hasta el extremo de calumniarme que yo había recibido el oro español. Yo que en aquellos momentos lloraba porque vds. me pedían pan y yo no tenia pan que darles... Pensaba yo que al llegar entre aquella emigración llegaría cerca de mis hermanos y juntos lloraríamos la perdida de Cuba desgraciada y tendría derecho a alguna consideración; pero no fue así- el desprecio y la calumnia me recibieron en la colonia inglesa... Me fue preciso escribir un folleto, relatando los hechos y cuál fue mi conducta en aquel desgraciado asunto, y la opinión entonces se volvió favorable... Pero ¡cuánto sufrí y devore en silencio, mientras tanto!... Me fui al campo; un ingles, un judío, me arrendó un pedazo de tierra- me puse a ararla. Una pobre choza de paja era nuestra habitación... Como logre alimentarlos a vds., el tiempo que duro aquella situación, yo mismo no me lo explico. La Providencia nunca abandona a los hombres honrados... Un día se me apareció un hombre a la puerta de mi choza, y me dijo: -Yo soy amigo tuyo, te conozco, y allá lejos hay otro hombre que también será tu amigo, porque lo es mío; le he hablado de ti y te ofrece su generoso amparo... El hombre que así me explicaba era José Joaquín Palma; el otro, Don Marco Aurelio Soto... En la situación que yo me encontraba, te confieso que no había pensado en nada. Abrumado por los desengaños y la miseria, me pareció que debía acabar mis días en la oscuridad, alejado de todo el mundo, y solamente algunas veces, al verlos a vds., me aterraba la idea del porvenir que les aguardaba, con semejante resolución mía... Palma me animo con su sincero ofrecimiento y luego pensé que el hombre honrado no debe avergonzarse de admitir los favores de otro hombre honrado también, cuando la fortuna le es tan adversa que a ello le obligue; determine pues, pasar a Honduras... Inútil es decirte que el mismo Palma llevaba los recursos para nuestro viaje... El doctor Marco Aurelio Soto, Presidente de esta República me recogió, por decirlo así, como un triste despojo de aquel pequeño ejercito que combatió por la libertad de un pueblo, y me dio colocación en el de su patria; me ha colmado de consideraciones, y debido a tan franca y generosa protección, nuestra situación cambio y abandonando la colonia, hemos venido a vivir en la República, en un pueblo de hermanos... Nuestro agradecimiento debe ser profundo y eterna nuestra gratitud. Yo debo morir dejándolos a vds., porque así está indicado por el orden natural de las cosas, y desde ahora para entonces, os dejo recomendada la deuda tan sagrada... Ellos también, como yo, tienen hijos que aman, y a ésos toca la herencia de sus padres. Procura, hija mía, en todo el curso de tu vida, buscar siempre la ocasión de corresponder, de un modo digno para ti y para ellos, con afectuosa gratitud a los beneficios recibidos... Dirige tus hermanos al mismo fin y yo les bendeciré desde la mansión donde me encuentre, cuando los deje aquí para reunirnos después. Tu amante padre. (F.) Máximo Gómez.


“No hemos de resistir a la tentación de trasladarles a ustedes la versión que de ese encuentro diera, el mismo Palma, en conversaciones sostenidas con sus hijos y que hasta a nosotros llega, relatada por la palabra, aun hoy velada de emoción, de Rogelio, uno de los descendientes del poeta:


“Hasta a mí había llegado el rumor de la miseria que sufría el héroe de "La Sacra" y "El Naranjo", confirmado por el texto de la carta respuesta del Generalísimo a la que Julio Sanguily le escribiera pidiéndole el machete de campaña que él le había regalado al embarcar para Nueva York, para conservarlo como reliquia histórica, en la que Gómez dice: "En cuanto al machete que me pides sólo queda la hoja. Un día que mis hijos no tenían pan, para darles de comer, vendí la plata del puño." Hechas las gestiones que fueron acogidas con amoroso calor, acudí a Jamaica, recibiendo una de las más terribles impresiones de mi vida al ir en busca del héroe abandonado, que tantos días de gloria diera a las armas cubanas. Se apretaba el corazón al contemplar la miseria en que vivía aquel hombre con su familia. La casa era un pequeño bohío de paja con piso de tierra, los muebles eran tan escasos que puede decirse que no existían. Y Gómez, tan sumido estaba en oscuros pensamientos, torturado Dios sabe por cuántas terribles preocupaciones, la cabeza hundida entre las manos, los codos apoyados sobre las huesudas rodillas, que no advirtió la presencia de quien venía desde Honduras para verlo.


“La dedicación de Gómez era la siembra del tabaco en la pequeña parcela que el y su cuñado habían arado, según lo afirma en su propio Diario,(8) del que reproducimos el párrafo que sigue: "Pasó todo octubre, noviembre y diciembre, trabajando yo solo con mi cuñado, cual dos negros esclavos"... "El día 20 de enero -ratifica en su Diario(9) nos embarcamos en un vapor de la Mala Real, rumbo a Colón." El general Gómez tuvo la oportunidad, en plena manigua todavía, de poner de manifiesto esa gratitud que de tan hermosa manera expresa y recomienda. En julio de 1898 arribo a nuestras playas una expedición que, procedente de Tampa, venía al mando del general Emilio Núñez, trayendo armas y medicinas para la Revolución. Había en la expedición, con otros valientes, un joven que en la emigración había estado actuando como recaudador de fondos, y que en esta oportunidad se había incorporado al "Batallón Expedicionario Maine", que traía dos cañones que fueron utilizados en la toma de Arroyo Blanco -uno de los cuales se conserva en nuestro Museo Nacional- con el grado de Cabo de Artillería.


“La expedición arribo a Palo Alto, jurisdicción de Camagüey, a dos jornadas de La Demajagua, provincia de Las Villas, donde tenía establecido su campamento el Generalísimo. Alguien entero a Gómez de que entre los expedicionarios venía un hijo de Palma, al que muchas veces le había dicho Martí: "Muchacho, no puedes negar que eres hijo de Palma; tienes en el rostro la misma dulzura que hay en el de él." De inmediato Gómez dio orden de que trajeran a su presencia al joven expedicionario, que no era otro que Rogelio Palma. Cuando el hijo de su querido amigo llego junto a él, Gómez no pudo contener la emoción que le dominaba y lo estrecho en un abrazo paternal. Y era tal la emoción del joven, al ser objeto de tal distinción, que las lágrimas rodaron por sus mejillas. Y Gómez, al percatarse, le dijo: "¿Por qué lloras, muchacho?; te he llamado para abrazar al hijo de un gran amigo con quien tengo imperecedera deuda de gratitud. Quiero que te quedes aquí conmigo", y Rogelio Palma fue incorporado al Estado Mayor del Generalísimo.


“Hemos relatado estos episodios para demostrar cuánta era la lealtad que José Joaquín Palma siempre tuvo por la amistad y por los grandes de la Patria, y cuán profundamente los espíritus nobles como el de Gómez eran capaces de experimentar gratitud.


“En otra parte de este trabajo hemos hecho referencia al poder de adaptación y al espíritu de lucha y de trabajo de este hombre. Pero ahora lo vamos a confirmar una vez más, significando que no siempre la buena fortuna sonrió al emigrado, ni siempre tuvo a su alcance cargos importantes. Los cambios de mandatarios en las repúblicas, casi siempre determinan quebrantamiento de los lazos y situaciones previamente creados, cuando no determinan la relación de los colaboradores de la anterior administración, como culpables de no se sabe que delito.


“Tales realidades afectaron más de una vez la vida de Palma en el exilio, privándole de los ingresos indispensables a su propia subsistencia(10) y la de sus hijos, a la que tan bellamente se refiere Martí en su carta, cuando le dice:


“Tú eres honrado, crees en la vida futura: tienes en tu casa un coro de ángeles, vuelas cada verano para llevarles su provisión de cada invierno. Tu naciste con la lira a la espalda, el amor en el corazón y los versos en los labios.(11)


“El hombre digno que era Palma, supo situarse por encima de las dificultades y en actividades vulgares y hasta rústicas, pero tan ennoblecedoras como los altos cargos que desempeñó, librar la batalla por el pan de cada día para sus hijos. En una de estas circunstancias aciagas desempeñó Palma un empleo en las oficinas de una compañía de ferrocarriles. Este empleo le fue gestionado y obtenido por un amigo español, don Valero Pujol, catedrático de la Facultad de Derecho, quien, a pesar de los distintos orígenes, compartía ideales liberadores y profesaba sincera amistad al bardo bayamés y a Martí.


“Al cese de Marco Aurelio Soto, como Presidente de Honduras, Palma tuvo que emigrar a Guatemala y como las posibilidades laboriosas allí, no pudieran ser canalizadas de inmediato, no le quedó otro recurso que acudir a Panamá, donde se encargó de contratas de trabajadores para las obras del canal.


“Hay un gesto de particular brillantez en la vida del emigrado, acusador del valor y la firmeza de convicciones del poeta. Aunque Palma no lo confesara, el sesgo que fueron tomando los acontecimientos revolucionarios en Cuba, durante los últimos tres años de la contienda, tiene que haber dejado en su espíritu una huella de desencanto, una premonición de fracaso del empeño independentista. Bajo tal impresión llegó a Guatemala, y como quien quisiera en la propia entereza encontrar vigor para resistir las debilidades ajenas, como quien trata de poner infranqueable valladar a cualquier posibilidad de flaqueza transigente con lo que otros ya han aceptado, hizo un juramento solemne, que habría de ser mantenido a toda costa, al largo de su vida de emigrado. "Juro que no he de regresar a Cuba -dijo(12)- hasta que no sea aquélla una tierra libre." Y se lanzó a la conquista de la América Central sin más armas que una lira, un corazón pletórico de amores y un manojo de ideales. Se han consagrado lagos de tinta a glosar el gesto de Cortés al quemar sus naves en las playas de la Veracruz. Y sin embargo, los gestos como el de Palma, de que está cuajada la historia patria, se silencian o cuando más, se les hace merecedores del honor sencillo de una somera cita. Cortés, sin embargo, contaba con el concurso de sus hombres, con el poderío de sus armas, con el auxilio de sus monturas, con la inferioridad y fanatismo de sus enemigos. Se necesita mucho más valor para quemar las naves del futuro destino, sin contar con otras armas que las propias fuerzas y capacidades inermes.


“Pero lo más admirable es que Palma supo cumplir a plenitud su juramento. No hollaron más sus plantas el suelo de la patria amada, donde había quedado tanto de lo que daba objetividad y esperanzas a la vida del hombre y del poeta, hasta la alborada de 1902, en que sobre el mástil del Morro ondeara la enseña tricolor, símbolo de la república que ambicionó, "donde no hubiera hombres esclavos en una tierra de libres". Y entonces, con cuánta alteza de miras, con cuánta pureza de sentimientos, con cuánto desinterés y noble desprendimiento, acudió a las playas cubanas. No vino, como tantos otros, entonces y ahora, a participar del botín, a poner precio a sus esfuerzos y sacrificios en almoneda pública; no vino a cotizar sus valores personales, no vino a ponerle precio a sus gestiones en favor de Cuba y de los grandes de la jornada. Vino con la sencillez, con la modestia de un ciudadano más, que quiere disfrutar del deleite de la obra consumada, a los treinta y cuatro años de haberla emprendido; vino, con la alegría infantil de quien no quiere perderse el acto solemne de presentación de la naciente república, en la sociedad de las naciones.


“Palma pudo haber obtenido destacadas posiciones en el gobierno de la nueva república. Tenía dotes intelectuales suficientes, tenía méritos bastantes para ello, tenía personalidad recia; tenía hijos hombres por quienes sentir el humano egoísmo de restituirles en alguna forma, mucho de lo que les había quitado en aras de Cuba, y a quienes desear dejar bien instalados en la vida; tenía sobradas relaciones de compañerismo y parentesco con el austero Primer Magistrado de la Nación, para reclamar de quien luchó junto a el desde la jornada de Yara, una posición distinguida, sin que el más severo juez pudiera negarle el derecho a disfrutarla. Pero Palma no pidió nada a la República; no pidió nada al Presidente; tuvo lo que deseaba, ver su tierra libre "sin los fatídicos escudos monárquicos".


“Y cuando a instancias del Presidente don Tomás Estrada Palma, aceptó la designación como Cónsul de Primera en Guatemala, no lo aceptó pensando en medrar en un cargo, modesto después de todo, ni pensando en la seguridad relativa del pan de cada día a través de un gaje oficial; fue, pensando en rendir un nuevo servicio a Cuba, porque como muy bien le dijo el propio Presidente,


“nadie como él, que ya se había ganado el corazón de Centro-América, para representar allí el corazón entero y toda el alma de Cuba.(13)


“Fue en la emigración donde Palma experimentó el más hondo dolor de su vida. Un año tras otro, cada invierno, como bien dice Martí, solícito acudía a las playas de Jamaica, donde una esposa delicada, tierna y amante y unos hijos afectuosos y dulces, esperaban más que la provisión para el sustento, la montaña de caricias y ternuras que el esposo enamorado y padre fervoroso había atesorado para ellos. La compañera, blanca, delicada y suave como un lirio, nada decía, pero experimentaba allá dentro de su alma, como doliente flor de invernadero, que le faltaba el calor vivificante, el calor que había dado contenido a su existencia, el calor de amores y ternezas del compañero casi siempre ausente. Y al andar de los días el lirio se fue haciendo más blanco, se fue tornando más juncal. Y las brisas del vivir agitaban su tallo como ráfagas de tormenta. Hasta que un día llegó la noticia abrumadora, el lirio estaba enfermo, se agostaba, inclinaba la frente... Y por mucho que el esposo enamorado voló en demanda del hogar lejano, soñando esperanzado con que un beso de sus labios tornaría calor y fuerzas a la flor mustia, sólo encontró, a su llegada, una tumba recién cubierta sobre que llorar y unos hijos atribulados a quienes amparar.”



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“(1) J. J. Palma. Ob. cit., pág. 219.”


“(2) Diario La Opinión, agosto 17 de 1911.”


“(3) Máximo Soto Hall. Ob. cit., pág. 134.”


“(4) Máximo Soto Hall. Ob. cit., págs. 84-85. ”


“(5) J. J. Palma. Ob. cit., pág. 51.”


“(6) Tomo III, Biblioteca Cuba, febrero, 1916, pág. 5.”


“(7) Ob. cit. Biblioteca Cuba, pág. 24.”


“(8) Mayor general Máximo Gómez. Diario de Campaña. pág. 145”


“(9) General Máximo Gómez. Ob. cit., pág. 147.”


“(10) Testimonio del Dr. Francisco Palma, hijo del biografiado.”


“(11) J. J. Palma. "Carta de José Martí", prólogo de Poesías.”


“(12) Testimonio del Dr. Francisco Palma.”


“(13) Testimonio de los hijos de José Joaquín Palma.”




José Joaquín Palma
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Última Revisión: 1 de Marzo del 2006
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