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| Frente a las casas ruínes, en los mismos
 Sacros lugares donde Franklin bueno
 Citó al rayo y lo ató, por entre truncos
 Muros, cerros de piedra, boqueantes
 Fosos, y los cimientos asomados
 Como dientes que nacen a una encía,
 Un pórtico gigante se elevaba.
 Rondaba cerca de él la muchedumbre
 . . . . . . . . . . . . que siempre en torno
 De las fábricas nuevas se congrega.
 
 Cuál, que ésta es siempre distinción de necios,
 Absorto ante el tamaño; piedra el otro
 no penetra el Sol, y cuál en ira
 De que fuera mayor que su estatura.
 Entre el tosco andamiaje, y las nacientes
 Paredes, aquel pórtico,
 En un cráneo sin tope parecía
 Un labio enorme, lívido e hinchado.
 Ruedas y hombres el aire sometieron;
 Trepaban en la sombra; más arriba
 Fueron que las iglesias; de las nubes
 La fábrica magnífica colgaron:
 Y en medio entonces de los altos muros
 Se vió el pórtico en toda su hermosura.
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