Muy estimado general y amigo: Para seis días va ya que andamos buscándolo, con muy cariñoso deseo, y mucha necesidad patriótica de verlo, en estas tierras de donde creíamos que andaría cerca, y ahora envía el General nuevo correo y la cuarta de nuestras esquelas, a anticiparle un abrazo y reiterarle la urgencia de que, en la marcha de avance de la revolución, que ya demora, y ya puede empezar esa estación principal y de resonancia inmediata y decisiva, el paso por las fuerzas que de la guía de Vd. han merecido atención y fama especiales. Esta es, a la vez, justicia, utilidad pública y satisfacción de afecto. Ya debe y puede terminar, en este renuevo poderoso de la guerra, el primer período confuso de agregación de las fuerzas; y este núcleo de Vd., y la significación histórica que ya tiene, son base natural, y ocasión de arranque, sobre lo que dejemos atrás, del período nuevo de organización total y suficiente. He visto -y sólo eso nos falta concebir en conjunto, poner todos los detalles al fin general, y empezar ya desde las raíces la arremetida, en que, por la historia y la situación, ha de tocar tan brillante parte inicial a las fuerzas que juntó su prestigio y en que le ayudan tan distinguidos jefes. Ya, al lado de Vd., se pueden ensanchar la obra, y decir algo más al país, sin cesar de andar.
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A estas ideas públicas, de que el General y yo hablamos sin cesar, he de unir un muy vivo deseo mío de responder en persona a la carta y estimación de un hombre en quien veo enteras la abnegación y la república de nuestros primeros padres, y la energía moral que cerró el paso a las debilidades, y al impúdico consejo, en estos primeros meses delicados de nuestra resurrección. Ni la labor que hemos venido sembrando y juntando me parecerá bien adelantada, hasta dar con Vd., ni yo me daré premio más grato y apetecido que dejarle sentir en el calor de mi mano todo el cariño con que lo verá, y el anhelo con que ha deseado este encuentro urgente, su amigo y estimador
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