En estos campos suyos, únicos en que al fin me he sentido entero y feliz, por todas partes veo al hombre invicto que lleva íntegra en el carácter toda la honra de su país. Vamos a marchar, a encararnos con las dificultades, a resistir la primera campaña de estancamiento e intriga. Como a padre lo ven a Vd. Benjamín y Gonzalo, y como de padre le oirán el consejo, para ayudarnos a resistir de allá esta campaña. Aquí con nuestros actos, tan hábiles y completos como hoy los requiere el país, les daremos apoyo pª sus declaraciones y esfuerzos. Ya entró en mí la luz, Estrada, y la salud que fuera de este honor buscaba en vano. El honor es la dicha y la fuerza. Pero no me abandono al júbilo mezquino; sino que trabajo rudamente en él, sin tiempo, en días enteros, para alzar la cabeza a las palmas. Me alegro sólo de mi dicha, porque me da fuerza pública. Del General bueno y querido, ya ve los tiernos cuidados. No me cuida él a mí más que yo a él. Me pesaba por las lomas su carga, como a él la mía. Brioso y jovial repechaba, con la carga de tres soldados, estas alturas. Más joven va que el más joven. Ve el grave caso político, y lo encararemos felizmente. Se le ve la frente llena ya del pensamiento de recoger y arremeter. Es gran gozo, vivir entre hombres en la hora de su grandeza. Me levantan a seguir. Aquí con el sol de Cuba, saludo su casa. Su
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