Yo iba sola al Misterio bajo un sol de locura, |
Y tú me derramaste tu sombra, peregrino; |
Tu mirada fué buena como una senda oscura, |
Como una senda húmeda que vendara el camino. |
. |
Me fué pródiga y fértil tu alforja de ternura: |
Tuve el candor del pan, y la llama del vino; |
Mas tu alma en un pliegue de su astral vestidura, |
Abrojo de oro y sombra se llevó mi destino. |
. |
Mis manos, que tus manos abrigaron, ya nunca |
Se enfriarán, y guardando la dulce malla trunca |
De tus caricias ¡ nunca podrán acariciar !... |
. |
Es mi cuerpo, una torre de recuerdo y espera |
Que se siente de mármol y se sueña de cera, |
Tu Sombra logra rosas de fuego en el hogar; |
Y en mi alma, un castillo desolado y sonoro |
Con pátinas de tedio y humedades de lloro, |
. |
¡ Tu sombra logra rosas de nieve en el hogar ! |