. . . .La rima es el tirano empurpurado, |
Es el estigma del esclavo, el grillo |
Que acongoja la marcha de la Idea. |
No alegueis que sea de oro! El Pensamiento |
No se esclaviza á un vil cascabeleo! |
Ha de ser libre de escalar las cumbres |
Entero como un dios, la crin revuelta, |
La frente al sol, al viento. Acaso importa |
Que adorne el ala lo que oprime el vuelo? |
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. . . .Él es por sí, por su divina esencia, |
Música, luz, color, fuerza, belleza! |
A qué el carmín, los perfumados pomos? |
Por qué ceñir sus manos enguantadas |
A herir teclados y brindar bombones |
Si libres pueden cosechar estrellas, |
Desviar montañas, empuñar los rayos? |
¡Si la cruz de sus brazos redentores |
Abarca el mundo y acaricia el cielo! |
Y la Belleza sufre y se subleva |
Si es herir á la diosa en pleno pecho |
Mermar el torso divinal de Apolo |
Para ajustarlo á ínfima librea! |
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. . . .Para morir como su ley impone |
El mar no quiere diques, quiere playas! |
Así la Idea cuando surca el verso |
Quiere al final de la ardua galería, |
Más que una puerta de cristal ó de oro, |
La pampa abierta que le grita «¡Libre!» |