| A la sagrada selva en que el ave se inspira |
| Dando vuelo a los sueños sonoros de mi lira |
| Entro: los ojos verdes de la serpiente de oro |
| Brillan en la maleza; cesa el alado coro |
| . |
| En su melíflua glosa; Éolo no respira; |
| El alma del boscaje parece que me mira |
| Y en el cielo los ojos de Apolo nubla un lloro... |
| Yo desplego ampliamente mi oriflama sonoro |
| . |
| Y saludo a la selva. Sólo contesta Apolo: |
| Eres grande - me dice - tu destino es ser solo |
| Por odio de las sierpes y miedo del bulbul; |
| ¡ Oh gloria la más grande ! - y su sonrisa ardiente |
| Llenó el abismo azul... |
| Luego tronó su voz |
| La soledad encumbra, vivirla augustamente |
| Es igualar las cimas, es acercarse a Dios ! |