| . . . .Yo lo soñé impetuoso, formidable y ardiente; |
| Hablaba el impreciso lenguaje del torrente; |
| Era un mar desbordado de locura y de fuego, |
| Rodando por la vida como un eterno riego. |
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| . . . .Luego soñélo triste, como un gran sol poniente |
| Que dobla ante la noche la cabeza de fuego; |
| Después rió, y en su boca tan tierna como un ruego, |
| Sonaba sus cristales el alma de la fuente. |
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| . . . .Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente, y triste, |
| Que todas las tinieblas y todo el iris viste; |
| Que, frágil como un ídolo y eterno como Dios, |
| Sobre la vida toda su majestad levanta: |
| Y el beso cae ardiendo a perfumar su planta |
| En una flor de fuego deshojada por dos... |