6 DE ENERO
de Delmira Agustini
en Los Astros del Abismo



6 DE ENERO

( Escrito a los 15 años )

Media noche... Hacia Oriente, bella región -fábulas,
diamantes, ojos negros, raros sueños, maravillas -viajan tres
tristes sombras de pálidos viejos que fueron bellos y reyes y
magos y, hoy son pobres peregrinos espectrales de una muerta
estrella y de un muerto Dios.

Llevan preciosas cargas - rosadas muñecos, sedas misterio-
sas, esmeraldas de Egipto, turquesas de Persia -en las manos
lácteas; un mirar estancado en los ojos hondos que, en los ros-
tros blancos con las barbas blancas brillan como estrellas de
azabache sobre nubes de plata. Y llevan largos mantos negros
y regias tiaras de opacas perlas negras. En las barbas blancas de
los rostros blancos, unas como cuentas cristalinas titilan y ful-
guran como gemas.

Yo los veo pasar... Algo monumental cae en mi alma...
La sensación de lo extrahumano abruma...; mis rodillas ceden,
tiendo las manos temblorosas... Manos que adoran, llaman,
imploran... -“Abuelos, ¡oh, abuelos!...” -Mi voz
naufraga. Yo lloro, lloro lágrimas de luz, gotas del alma! Y
los pálidos viejos se detienen, me miran abismadamente y me
hablan con voces remotas. Y las voces y las miradas están llenas
de sublimes dejos. -“No llores, no llores más. Dí: ¿quieres
tú algo?... ¿Qué?... ¿Un bello diamante puro y luminoso
como una perla de agua del Jordán, o una esmeralda pérfida
y cabalística como un ojo felino?... ¿Rubíes de rojo y llama,
tal la sangre morisca, u ópalos sombríamente blancos como
monjas traidoras?... ¿Albos corderos de ojos de azur y co-
llarcitos de oro o rubios marquesitos envueltos en relámpagos
de sedas y de joyas?... Pide...” -Un extraño fuego secó
mis lágrimas encendiendo mis labios y hablé, hablé febrilmente:
-“¡ No, no, nada de eso! No quiero el bello diamante, la pér-
fida esmeralda ni el albo cordero. ¡Guardadlo todo, todo, hasta
mi vida! Pero dadme, dadme si sois magos, esa suprema visión
que impone en vuestros ojos, como un aletazo formidable en la
noche, el fondo de un abismo: la visión ultraolímpica del niño
de Bethleen cargando todo un mundo criminal y maldito sobre
dos suaves hombros frágiles como dos rosas !Yo quiero ver al
Dios... Vosotros sois magos. ¡ Mostrádmele!” -“Imposible”.
-“Habladme entonces, de Él. De la estrella blanca... Del
cordero suave.” -“¿Y para qué? Eso es muy triste -largos
suspiros”. -“¡Dichoso tú!” -“¿Yo?”... Yo, mísero ciego de
la Suma Luz. Pobre nostálgico del Dios!...” -“Tú no lo
has visto, nosotros llevamos su luto: tú llevas un deseo, noso-
tros un dolo...” -Y los tres viejos se alejan, lentos y solem-
nes, lentos y profundos, arrastrando pesadamente los tres largos
mantos negros, como tres martirios... Vuélvense y me mi-
ran... En las barbas blancas de los rostros blancos, muchas,
muchas perlas cristalinas dan luces fulmíneas... ¡Oh, las di-
vinas lágrimas!!! Deben de ser muy ardientes: a su fulgor se
han secado las mías...



Esta composición es presentada aquí lo más fiel posible a como aparece en Los Astros del Abismo editado por Maximino García en 1924.




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Última Revisión: 1 de Enero del 2004

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