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| Versos Sencillos |
| Yo soy un hombre sincero |
| Yo sé de Egipto y Nigricia, |
| Odio la máscara y vicio |
| Yo visitaré anhelante |
| Si ves un monte de espumas, |
| Si quieren que de este mundo |
| Para Aragón, en España, |
| Yo tengo un amigo muerto |
| Quiero, a la sombra de un ala, |
| El alma trémula y sola |
| Yo tengo un paje muy fiel |
| En el bote iba remando |
| Por donde abunda la malva |
| Yo no puedo olvidar nunca |
| Vino el médico amarillo |
| En el alféizar calado |
| Es rubia: el cabello suelto |
| El alfiler de Eva loca |
| Por tus ojos encendidos |
| Mi amor del aire se azora; |
| Ayer la vi en el salón |
| Estoy en el baile extraño |
| Yo quiero salir del mundo |
| Sé de un pintor atrevido |
| Yo pienso, cuando me alegro |
| Yo que vivo, aunque me he muerto, |
| El enemigo brutal |
| Por la tumba del cortijo |
| La imagen del rey, por ley, |
| El rayo surca, sangriento, |
| Para modelo de un dios |
| En el negro callejón |
| De mi desdicha espantosa |
| ¡Penas! ¿Quién osa decir |
| ¿Qué importa que tu puñal |
| Ya sé: de carne se puede |
| Aquí está el pecho, mujer, |
| ¿Del tirano? Del tirano |
| Cultivo una rosa blanca, |
| Pinta mi amigo el pintor |
| Cuando me vino el honor |
| En el extraño bazar |
| Mucho, señora, daría |
| Tiene el leopardo un abrigo |
| Sueño con claustros de mármol |
| Vierte, corazón, tu pena |
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José Martí |
| Versos Sencillos |
| Poesía IV |
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Yo visitaré anhelante
Los rincones donde a solas
Estuvimos yo y mi amante
Retozando con las olas.
Solos los dos estuvimos,
Solos, con la compañía
De dos pájaros que vimos
Meterse en la gruta umbría.
Y ella, clavando los ojos,
En la pareja ligera,
Deshizo los lirios rojos
Que le dió la jardinera.
La madreselva olorosa
Cogió con sus manos ella,
Y una madama graciosa,
Y un jazmín como una estrella.
“Yo quise, diestro y galán,
Abrirle su quitasol;
Y ella me dijo: "¡Qué afán!
¡Si hoy me gusta ver el Sol!”
“Nunca más altos he visto
Estos nobles robledales:
Aquí debe estar el Cristo,
Porque están las catedrales.”
“Ya sé dónde ha de venir
Mi niña a la comunión;
De blanco la he de vestir
Con un gran sombrero alón.”
Después, del calor al peso,
Entramos por el camino,
Y nos dábamos un beso
En cuanto sonaba un trino.
¡Volveré, cual quien no existe,
Al lago mudo y helado:
Clavaré la quilla triste:
Posaré el remo callado! |
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