Sr. Emilio Núñez

Mi muy querido Emilio:

¿Qué le ha pasado, que no he tenido respuesta al telegrama que le puse el lunes siguiente a nuestro diez pidiéndole el discurso? O la falta ha sido mía, que debí explicárselo por carta, lo que no hice porque la imprenta daba tiempo y convenía más, por unos días, la demora que la inmediata publicidad. Fue demanda general la publicación de los discursos, y el éxito de la reunión, que considero notable y duradero, perdería mucho, sin duda, de lo fundamental y preparatorio que en sí tiene, si no se pusiesen las ideas que lo han producido en forma que las repita y perpetúe.

No me diga que dijo poco o que no recuerda lo que dijo. Aquello mismo, ampliado ligeramente para que no parezca escueto, es lo único que debe hoy aparecer en sus labios. En todo pienso, cuando se lo digo así. Lo que le tengo que rogar es que con su diligencia supla la aparente falta de la mía. Para que el folleto entre en prensa el miércoles, es necesario que el discurso de Vd. y el mío estén mañana a más tardar en manos del impresor. Yo estoy acabando el mío. Vd. recibirá hoy, lunes, estas líneas.* Póngase a la obra, que no es mucha, y mándemelo, con sello de special delivery de modo que mañana, martes, temprano, o lo más temprano posible, lo reciba yo, y pueda pasárselo en seguida a la imprenta.

¡Curioso lo de la carta de La Discusión! He contestado, aunque no pudo ser aquí. Vea como urge, para no andar en tinieblas, nuestro periódico. Que ha de haber de anexión, Emilio, sino juguetes inicuos de uno que otro interesado, y fantasmagorías de tímidos y de ilusorios, o manejos burdos, y fáciles de descubrir, de los políticos de acá, con ayuda de los que a sabiendas e indirectamente les sirven?

No le robo tiempo, y espero el discurso.

Que habló Vd., ya se ha publicado y celebrado. No me dé, pues, excusas de modestia, ni de tiempo, porque esto sería echar responsabilidad sobre su amigo,