Damisela Carta de José Martí a María Mantilla del 16 de Abril de 1895.

Carta de José Martí a María Mantilla. Bandera de Cuba.

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María Mantilla
 16 de Abril de 1895


José Martí
María Mantilla
Cartas de José Martí

José Martí envió esta carta a Carmen Miyares, Carmen, María, Manuel y Ernesto Mantilla desde los campos de Cuba, fue escrita en el campamento de Vega Batea.



Jurisdicción de Baracoa, 16 de abril de 1895.


Carmita querida y mis niñas, y Manuel, y Ernesto:


En Cuba les escribo, a la sombra de un rancho de yaguas. Ya se me secan las ampollas del remo con que halé a tierra el bote que nos trajo. Eramos seis, llegamos a una playa de piedras y espinas, y estamos salvos, en un campamento, entre palmas y plátanos, con las gentes por tierra; y el rifle a su lado. Yo, por el camino, recogí para la madre la primera flor, helechos para María y Carmita, para Ernesto una piedra de colores. Se las recogí, como si los fuese a ver, como si no me esperase la cueva o la loma, sino la casa, la casa abrigada y compasiva, que veo siempre delante de mis ojos.


Es muy grande, Carmita, mi felicidad sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mí propio, ni alegría egoísta y pueril, puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor que en mis paisanos veo, en la naturaleza que nuestro valor nos da derecho, me embriaga de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es comparable a mi felicidad. Pero en todo instante le estoy viendo su rostro, piadoso y sereno, y acerco a mis labios la frente de las niñas, cuando amanece, cuando anochece, cuando me sale al paso una flor nueva, cuando veo alguna hermosura de estos ríos y montes, cuando bebo, hincado en la tierra, el agua clara del arroyo, cuando cierro los ojos, contento del día libre. Ustedes me acompañan y rodean, las siento, calladas y vigilantes, a mi alrededor. A mí, sólo ellas me faltan. A ellas, ¿qué les faltará? De sus angustias nuevas, ¿podrán irse salvando? Mi poca ayuda, ¿cómo la habrán respuesto? Cuba ya tiene escrito sus nombre con mis ojos en muchas nubes del cielo y en muchas hojas de árboles.


Mi dicha de hombre útil hace mayor el pesar de que no me lo vean. ¿Recordarán así a su amigo, con tanta lealtad, con tanta vehemencia?


¿Ah, María, si me vieras por esos caminos, contento y pensando en ti, con un cariño más suave que nunca, queriendo coger para ti, sin correo que qué mandártelas, estas flores de estrella, moradas y blancas, que crecen aquí en el monte.


Voy bien cargado, mi María, con mi rifle al hombro, mi machete y revólver a la cintura, a un hombro una cartera de cien cápsulas, al otro en un gran tubo, los mapas de Cuba, y a la espalda mi mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros, y al pecho tu retrato.


El papel se me acaba, y al correo no puede ir mucho bulto. Escribo con todo el sol sobre el papel. Véanme vivo y fuerte y amando más que nunca a las compañeras de mi soledad, a la medicina de mis amarguras. De acá no teman. La dificultad es grande, y los que han de vencerlas, también. Carmita pedirá a Gonzalo que le deje leer lo que hay de personal en la carta que le envío. Manuel bueno, trabaja. Carmita, escríbale a mamá. Carmita hija y María se educan para la escuela. Una palma y una estrella, vi, alto sobre el monte, al llegar aquí antier, ¿cómo no había de pensar en Carmita y en María? ¿Y en la amistad de su madre, al ver el cielo limpio de la noche cubana? Quieran a su


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Última Revisión: 25 de Septiembre del 2007
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