A los dos junto en un abrazo, desde este silencio forzoso, y no inactivo. Es sólo fe de vida, y de que al borde de la tierra no olvido a mis dos hermanos de labor. ¿Olvidarlos? Ahora es mayor la obligación, porque ya es sangre, y en la hora de ella siento necesidad más viva de su ternura, y de demostrarles la mía. De acá, sólo les puedo decir que todo lo humano queda hecho, -y que para mí no hay derrota. Prudencia y sacrificio y martirio sí, derrota, no.
El abrazo, por ese Collazo bueno, cuyo adiós siento de veras, aunque va a su camino, -el abrazo a las casas, y la memoria agradecida de su
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