Damisela Carta de José Martí a Serafín Bello del 24 de Marzo de 1892.

Carta de José Martí a Serafín Bello. Bandera de Cuba.

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José Martí
Serafín Bello
Cartas de José Martí



24 de Marzo de 1892

Sr. Serafín Bello.


Mi muy querido Bello:


Dos cartas le debo, y las dos medio penosas, y ahí las de juicios justos. Ya rebasé de la maluquera, más que por otra cosa, por la medicina, para mí efi­caz, de la nobleza que veo a mi alrededor; pero la carta a González, la carta de oficio, pidiéndole so­lemnemente que la lea en Junta de Presidentes y pida a todos los que hubiesen ratificado las Bases y Esta­tutos, si con la unanimidad de afuera forman ma­yoría segura, la fijación de fecha para las elecciones, que pudiera ser el 8 de Abril, y la proclamación en nuestro 10, día de la Constitución; la carta, digo, larga y compuesta de modo que a Vd. le ha de agra­dar, me deja con menos fuerza y tiempo del que qui­siera. Y a la vez que le digo esto, estoy pensando en Cari y en Carlos, y en esa buena casa de Govantes, a quien ha de decir que no lo olvido.


Ya sé, Bello, ya se. Déjeme no escribir. Mucho lamento que no se haya dado lectura de mi carta al Secretario de la junta, ya porque allí puse lo más prudente de mi juicio para evitar alevosías políticas, ya porque ese fue el único modo exento de inmo­destia que encontré para agradecer la nobleza del Cayo en lo de entonces, del Cayo, que a esta fecha está sin mis gracias. En esa carta expuse, con cuan­to corazón me dio quien da, los sentimientos de atracción e indulgencia que me animan, la mucha guerra que hay debajo de mi discurso, mi acción continua, y por mí provocada, con los capitulados emigrados del Zanjón; mi republicanismo, que no rehuye ni desconoce las obligaciones de la realidad, y está pronto a cumplirlas. Por supuesto que, sien­do esta la respuesta a la junta, a la junta se le debió comunicar la respuesta. Nadie me hubiera desa­mado por esa carta, Bello. Me hubieran amado más. Iba llena de raíz. Se habrá creído, de seguro, que se molestaba a gentes ocupadas con una reunión inútil. No es bueno, Bello, dar asidero, ni aún con la más noble defensa de la justicia, a éste o aquél que pu­diera fabricar sobre eso el cuento de que se desea socavar autoridades, y levantarse los miedos contra la buena obra. Pero se ha de saber que esa carta la escribí, y que allí puse mis gracias a la población que antes no di por no reabrir el caso, y porque no pa­reciese pedantesca obcecación de la persona.


Ahora la situación es ésta. El Partido no puede darse por constituido hasta que no lo haya aceptado la mayoría de los clubs de las emigraciones. La aceptación provisoria por los presidentes de los clubs, aunque casi decisiva, y más con lo de la noche de adiós, no puede tenerse como oficial hasta que los clubs no la ratifiquen. La reunión de los presiden­tes, como cosa de oficio, y de cuerpo hecho, no pro­cedería aún, porque aún no está creado el Partido que crea el Cuerpo de Presidentes; procede solo, para unir y preparar, como han hecho naturalmente aquí. Por eso pido a González que invite, en virtud de mesa de la Comisión Recomendadora, a los pre­sidentes. Si con los clubs ratificados y los cinco de New York y los dos de Tampa no hubiese mayoría, y el no haberla dependiera de la inconformidad de al­gún club con algún o algunos de los artículos de los Estatutos esenciales, como que dentro de estos se establece el medio de adquirir o añadir a los Estatu­tos, esto no debe obstar al deber y conveniencias mayores de proclamar definitivamente la unión cu­bana con fuerza de partido. Se desmigaja la guerra. Se la cogen los malos. Están allá y nos llevan la ventaja. Pero el espíritu está en nosotros, y nos lle­vamos todavía el país los de la guerra de veras, si llegamos a tiempo. Si no, los del 68 se la llevan, y tenemos lo de las primeras repúblicas americanas. Yo la peleo, a pesar de mi encogimiento irremedia­ble. Ni me muero, Bello. Hay quién quiere hacer creer que me voy a morir. Diga que no, y la prueba de mi salud es la carta que se ha quedado a obscuras. Ni los militares me desquieren: no tengo aquí auxiliares mejores. Ayer o días atrás se inau­guró el club de mozos de pelear, y allá me tiene de Presidente honorario. Aquí me tiene entero, dis­puesto a aprovechar en pro de mi patria el entusias­mo y la fe que he logrado resucitar para ella.


Lo de junta pública mientras haya veleidades de desaprobación, podría traer el peligro de que se ape­llidasen a bando y creyesen que de afuera se trataba de presentar un bando contrario. Si hubiese marea enemiga, vayámelo diciendo, y veremos de meterla en valla, pero todo de manera que no se nos vea más que el heroico desinterés. Y los que pequen, que pequen solos y por sí, y mucho, y sin provocación, y así será más fácil hacerlos caer al peso de sus pe­cados.


Ya sabe, pues. Hora y papel faltan. Ya aquí no puedo contener la impaciencia, la gente crece, echo a la calle el periódico, quiere junta continua, pide trabajo y sacrificio. De este mismo Norte, a los primeros anuncios hábiles, ya me ofrecen ayuda. Lo que no adelanta, retrocede. Ya se dio tiempo sobrado, y no hay a que esperar. Aquí unanimidad, y en Tampa. Allá no se puede estar esperando a que el último club apruebe el último artículo. Lo legal y natural y urgente es que, con la mayoría in­disputable de los clubs que allá hayan ratificado, más los de acá, se levante el Partido contra el que no puede protestar la minoría que aún falta por rati­ficar, puesto que sería minoría siempre. Y si hay detalle en duda, no se ha de posponer el efecto grande de enseñarnos organizados cuando los parti­dos de Cuba se desorganizan, por esperar indefini­damente la resolución de un detalle menor, que pue­de luego irse resolviendo por las vías abiertas de los Estatutos, sin dañar el plan general, ni entorpecernos la oportunidad grandiosa. No se me enoje como González, que cree que Vd. está enojado con el. Le veo a Vd. el juicio y la justicia; pero es preciso no dejar sin guía a la buena fe; y al pie del que yerra, se está más a mano para corregir el error. Ahora, sepa y sépase que la convocatoria -que por respeto bastante se esperó-, que con tres meses sobra para deliberar lo conocido, que está cerca una oportunidad preciosa para la proclamación, la del día 10 de Abril. Continúe el Cayo a Guáimaro. Saquemos la guerra del peligro de sus malos directores. Acérquese a González, y que la convocatoria de los presidentes no demore, si hemos de elegir el 8 y de proclamar el 10. Y en la reunión de presidentes, no per­mita confusión ni injusticia. Pronto, y ahora. Na­die podrá ya dudar de mi respeto absoluto a la inde­pendencia de mis compatriotas.


¿Y del periódico? Ya ve que no le he querido usar para apremiar, ni darle color de padre maestro. Le pedí artículo. Acá se saben de memoria Nuestras ideas. Tengo, para que regale, unos doscientos discursos, o 150, que le van con el próximo número. Acabo, pongo en sus manos la obra buena, y sé que Vd. comprende la importancia de no jugarle en las cartas al enemigo. Sea todo luz; y nuestro pueblo es bueno. Y ¿por qué, en mi nombre, aunque Pe­láez me lo tenga descontento por alguna mocedad, o algún otro también, no me los junta, con sacrificio de sí, para empujar, para propagar, para evitar demo­ras? Se puede mucho juntos. Adiós, pues. Y un abrazo a la casa. Escriba sin dilación a su


José Martí




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Última Revisión: 25 de Septiembre del 2007
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